UN VIAJE LEJANO, nada menos que a China (17) … El viaje en avión a Zhangjiajie, de aproximadamente hora y media, no entrañó ninguna dificultad; sí la hubo a la llegada al aeropuerto, donde, asustados, comprobamos que nos faltaba una maleta. Era en la que llevábamos, aparte de todo lo relacionado con el aseo y ropa interior, los cargadores de los móviles y IPad y, lo peor de todo: nada menos que toda la película, expuesta y sin exponer, salvo unos pocos rollos que tenía en la mochila que llevaba conmigo. El contratiempo no pintaba bien. Naturalmente nos pusimos muy nerviosos, especialmente yo, como siempre. Naty salió a buscar a la guía que nos esperaba fuera, que además no hablaba español, solo inglés y chino. Yo permanecí dentro del recinto de equipajes. Cuando Naty intentó volver a entrar, el guardia de seguridad no se lo permitió, señaló una línea amarilla que había en el umbral de la puerta y dijo por señas que ni se la ocurriera traspasarla. Naty fuera, yo dentro, y un guardia con malos modos, en medio. Para buscar una solución tenían que pasar Naty y la guía, pero el suspicaz guardia no las dejaba. Finalmente lo consiguieron y la guía llamó a alguien. Vino una tipa con pinta de jefa y ambas se fueron hacia el interior a averiguar qué podía haber pasado. Volvió y nos dijo que en Xi’an se había quedado una maleta, sin la banda identificativa del destino y que, por lo tanto, teníamos que describir la maleta porque no tenía ninguna identificación. Seguimos con los problemas porque éramos incapaces de describir nuestra propia maleta, Naty y yo ni siquiera nos poníamos de acuerdo en el color. A Naty se le ocurrió describir el cierre y, con esa información, volvieron a irse la jefa y la guía. Yo había afirmado, alocadamente, que no me movería sin una solución, que incluso dormiría allí. Lo que no sabía era que estuvo a punto de suceder porque nuestro avión era el último que llegaba al aeropuerto, comenzaron a recoger, apagaron las luces de la sala de equipajes y, el guardia de seguridad cerró la puerta dejándonos dentro. Por fin volvió la guía y nos dijo que al día siguiente, en el único vuelo que había entre ambas ciudades, enviarían la maleta y nos la llevarían al hotel, que no era el mismo donde dormiríamos esa noche, sino otro que se encontraba hora y media más alejado. Gracias a la guía, que se llamaba Eleen (el nombre en inglés, para interlocutores en ese idioma) resolvimos el problema. A nuestra simpática, servicial y eficaz salvadora, la rebautizamos cariñosa e inmediatamente como “la pajarita”. Con el lío y preocupación de no recuperar nuestra maleta, esa noche no cenamos…
17 OCTUBRE 2018
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