DIGRESIÓN UNA. 1Q84. Libros 1 y 2. Haruki Murakami (2009). Traducción: Gabriel Álvarez Martínez (2011). Tusquets Editores. E-book (2012). Se me había quedado olvidada esta novela de Murakami (leo todo lo que publica, salvo alguna excepción). Ahora, tras la aparición de La muerte del comendador (del que ya he leído el primer libro con mucho interés), he recuperado 1Q84, por desgracia con un resultado decepcionante. La escritura de Murakami, siempre, está pespunteada de referencias musicales y eso es de agradecer. La música que escuchan sus protagonistas, todos exquisitos melómanos, es un aliciente más en sus tramas. Nada más comenzar la novela, Aomame (la protagonista femenina) reconoce La sinfonietta de Janácek (improbable que suene en un taxi). Tengo y Aomane, los dos protagonistas, se conocen en la niñez tras la que se separan, pero se aman en la distancia, a pesar del mutuo y absoluto desconocimiento de sus vidas a lo largo de veinte años. Los dos escuchan, misteriosamente, esa composición, lo que sugiere que están unidos por un invisible hilo de Ariadna. Murakami crea un tupida trama en torno a estos personajes en un escenario en el que opera una oscura, sobrenatural y peligrosa secta. Ambos, él (Tengo) y ella (Aomame), interactúan en el mismo escenario, con los inquietantes y peligrosos personajes de fondo, pero desde perspectivas diferentes, lo que nos les permite encontrarse. Formalmente, la novela se articula en capítulos alternos, dedicados a uno y otro personaje, en meticuloso e inalterable orden, original recurso que me ha encantado. Hay intriga, misterio, amor y una permanente reflexión sobre la soledad. También, como en todas las novelas de Murakami, un diálogo con el arte, la música, la literatura y la belleza. Lástima, lástima que sea excesiva: la fantasía se convierte en fantasmagoría, y la matizada sutileza habitual en él en pura y dura reiteración. Repitiendo y repitiendo hace que la lectura se convierta en una fatigosa cuesta que no acaba nunca (es prescindible el cincuenta por ciento de la novela, como mínimo). Por si fuera poco, la traducción resulta insufrible, muy torpemente interpretada, con repeticiones constantes de términos poco afortunados como –estrujar– (por masajear), –amancillar- (por mancillar) o -nos pusimos a comer- (por comimos) y así ad infinitum, lo que hace que la lectura avance por una senda pedregosa incomodísima (los ejemplos son de los que me he acordado a vuela pluma, porque hay cientos, a cual peor). Siempre disfruto con la lectura de Murakami pero, en este caso, sólo ha sido así con el primer libro, en absoluto con el segundo y, mucho menos, con la última parte. Debe haber sido cosa de la Little People, que ha alterado el indudable talento de Murakami…
1 DICIEMBRE 2018
DIGRESIÓN UNA. 1Q84. Libros 1 y 2. Haruki Murakami (2009). Traducción: Gabriel Álvarez Martínez (2011). Tusquets Editores. E-book (2012). Se me había quedado olvidada esta novela de Murakami (leo todo lo que publica, salvo alguna excepción). Ahora, tras la aparición de La muerte del comendador (del que ya he leído el primer libro con mucho interés), he recuperado 1Q84, por desgracia con un resultado decepcionante. La escritura de Murakami, siempre, está pespunteada de referencias musicales y eso es de agradecer. La música que escuchan sus protagonistas, todos exquisitos melómanos, es un aliciente más en sus tramas. Nada más comenzar la novela, Aomame (la protagonista femenina) reconoce La sinfonietta de Janácek (improbable que suene en un taxi). Tengo y Aomane, los dos protagonistas, se conocen en la niñez tras la que se separan, pero se aman en la distancia, a pesar del mutuo y absoluto desconocimiento de sus vidas a lo largo de veinte años. Los dos escuchan, misteriosamente, esa composición, lo que sugiere que están unidos por un invisible hilo de Ariadna. Murakami crea un tupida trama en torno a estos personajes en un escenario en el que opera una oscura, sobrenatural y peligrosa secta. Ambos, él (Tengo) y ella (Aomame), interactúan en el mismo escenario, con los inquietantes y peligrosos personajes de fondo, pero desde perspectivas diferentes, lo que nos les permite encontrarse. Formalmente, la novela se articula en capítulos alternos, dedicados a uno y otro personaje, en meticuloso e inalterable orden, original recurso que me ha encantado. Hay intriga, misterio, amor y una permanente reflexión sobre la soledad. También, como en todas las novelas de Murakami, un diálogo con el arte, la música, la literatura y la belleza. Lástima, lástima que sea excesiva: la fantasía se convierte en fantasmagoría, y la matizada sutileza habitual en él en pura y dura reiteración. Repitiendo y repitiendo hace que la lectura se convierta en una fatigosa cuesta que no acaba nunca (es prescindible el cincuenta por ciento de la novela, como mínimo). Por si fuera poco, la traducción resulta insufrible, muy torpemente interpretada, con repeticiones constantes de términos poco afortunados como –estrujar– (por masajear), –amancillar- (por mancillar) o -nos pusimos a comer- (por comimos) y así ad infinitum, lo que hace que la lectura avance por una senda pedregosa incomodísima (los ejemplos son de los que me he acordado a vuela pluma, porque hay cientos, a cual peor). Siempre disfruto con la lectura de Murakami pero, en este caso, sólo ha sido así con el primer libro, en absoluto con el segundo y, mucho menos, con la última parte. Debe haber sido cosa de la Little People, que ha alterado el indudable talento de Murakami…