28 MARZO 2019

VISITA A ARCO (Feria de Arte Contemporáneo) Madrid, sábado tres de marzo 4. La particularidad del arte contemporáneo es que es inagotable, una vez rebasados los periodos más o menos clásicos recientes, neoclasicismo, romanticismo, las vanguardias y todas las tendencias que proliferaron en la segunda mitad del siglo XX, hemos entrado en una fase en el que el correlato es discontinuo, inclasificable e inabarcable. Ahora todo es posible y, a partir de esa premisa, los aficionados nos balanceamos desde el entusiasmo por sorpresivos e interesantes encuentros al más decepcionado aburrimiento provocado por una prosaica y trivial aridez. Al menos antes (hace siglos, tal vez), la obra escondía y sostenía ella sola el mensaje, o al menos era el espectador el que la completaba con su mirada. Ahora no, ahora es preciso que nos tutelen, como si fuéramos idiotas. No sé qué es mejor o peor. Puede darse la circunstancia de que, en un momento dado, uno puede sentirse seguro de sí mismo y establecer una posible interpretación de una obra y descubrir que la intención del autor era otra muy distinta; esto puede provocar una cierta incomodidad, como -joder, no lo había entendido- (a mí me ha pasado). Pero, a fin de cuentas, eso no tiene demasiada importancia, solo que tienes que decidir a qué carta quedarte. Qué risa…
Foto 4: gran piedra redonda, como se puede ver, sostenida por una cuerda, que no parece muy resistente, lo que me hace pensar que la piedra no es tal, sino una réplica en material infinitamente más ligero, de lo que infiero que no es un auténtico readymade duchampiano (la piedra, como objeto encontrado lo sería), sino que es una creación en la que la piedra cumple la función de referente de múltiples y abiertas interpretaciones, incluso poéticas.