PEQUEÑO VIAJE A LAS TIERRAS DEL INCA
Capítulo uno: Pisac (Perú), dos de febrero, sábado
VIII
“Principalmente he procurado, por doquiera que he andado, que los indios desta tierra sean muy bien tratados no consintiendo hacerles mal ninguno, tratándoles con mucha verdad, dándoles muchas cosas de las de Castilla para traerlos a nuestra amistad… (Carta de Núñez de Balboa al rey Fernando 20 de enero de 1513)”. José Ángel Mañas
Desde el enclave arqueológico nos desplazamos a la pequeña ciudad de Pisac donde se cumplió el trámite habitual, nada desdeñable (siempre y cuando no exageren), de llevarnos a una tienda de artesanía, en este caso de plata. El guía nos dio una pequeña charla sobre las creencias incas, basadas en el culto a la tierra y los ciclos naturales. También incluyó en la disertación las bases conceptuales y filosóficas de la creación de las joyas que luego, la encargada de la tienda (también informadísima sobre cultos y mitos incaicos), llevó a su terreno haciéndonos ver la importancia que tenía que compráramos una joyita de plata con calificación de calidad de 9.5, la máxima en este material. Naty compró, con buen criterio y como no podía ser de otro modo, un colgante que contenía una espiral de significado casi mistérico, esmaltado con vivos colores. El recorrido hacia el siguiente enclave arqueológico lo hicimos a través de un bello recorrido por el Valle Sagrado, por una carretera que avanzaba paralela al río Urubamba. Paramos en un restaurante donde comimos frente al río, con las montañas al fondo…
COROLARIO. A la salida de la tienda dos niñas, de entre cinco y ocho años, vestidas al modo típico de la zona, pastoreaban a dos pequeñas alpacas y me invitaron a que las fotografiara. No sé si a ellas o a las alpacas, o a las cuatro. Opté por esta alpaca tan simpática.