PEQUEÑO VIAJE A LAS TIERRAS DEL INCA
Capítulo dos: Lago Titicaca, Copacabana (Bolivia),
seis de febrero, miércoles
VII
Es asombrosa la entrega y credulidad con las que se entregó el pueblo incaico a la religión católica (todos los pueblos se comportan igual). Probablemente, esta religión, la católica, guardaba suficiente carga literaria, quizá más que la que ellos profesaban; suficiente para hacer crecer el mito (sin literatura no hay creencias que valgan), imprescindible para alimentar los anhelos.
Desembarcamos a las once y media en la ciudad. Hasta la una y media que salía nuestro autobús para La Paz visitamos la Basílica y algunos otros puntos de interés, además de callejear. Me impresionó el templo, de una blancura refulgente, de estilo colonial español con detalles moriscos. Fotografié con ambas cámaras, especialmente con la cámara grande (creía). En la puerta del gran patio que circundaba la basílica, había varios coches que llevaban los fieles para que un cura los bendijera. Los felices propietarios de los coches los habían deseado ardientemente y habían hecho promesas a santos, vírgenes o al mismo Dios de que llevarían su coche a bendecir cuando por fin lo consiguieran. Entramos en el templo, también blanco por dentro. Visitamos una exposición de pinturas de un artista boliviano que, a través de una serie de cuadros de medio formato, narraba el viaje del traslado de la Virgen de la Candelaria, tallada por el escultor Tito Yupanki, a Copacabana. También vimos una exposición de representación de vírgenes de todo el mundo. Luego, un mercado popular donde nos encontramos con José, el hermano de Reinaldo, que atendía un pequeño puesto de verduras. Dimos un pequeño paseo por la orilla del lago y fuimos aproximándonos a la estación de autobuses, donde habíamos dejado las maletas en depósito. En todo momento nos acompañó Reinaldo, que nos dejó embarcados en un microbús…
COROLARIO: Deambulamos por Copacabana algo más de un hora. Era una ciudad de ambiente marinero y turístico, tranquila y sumamente agradable. Los perros descansaban solos e indiferentes por doquier. Parecían felices.