PEQUEÑO VIAJE A LAS TIERRAS DEL INCA
Capítulo tres: La Paz (Bolivia), siete de febrero, jueves
IV
“La Paz es una ciudad que engancha. Es dura, agobiante, incómoda, pero engancha. Nunca me he cansado de patear sus calles. No me importa confesar que tengo miedo a contar de esa ciudad por si el hacerlo equivale a despedirme de ella y a enterrarla; por eso sé que me voy a dejar cosas olvidadas a propósito por los rincones…”. Chuquiago. Miguel Sánchez-Ostiz
Hacia la mitad de la ascensión Carlos nos señaló, abajo, el cementerio central de la ciudad. Se podía observar que estaba compuesto por muchos módulos rectangulares de unos cuatro metros de altura y unos cien metros de largo, con varias filas de nichos. No dije nada pero mi maquinaria obsesiva (el núcleo esencial de mi dañada cabeza) comenzó a trabajar subrepticia e incesantemente. Bajamos en la flamante y metalizada estación de la ciudad del Alto y nada más salir comenzamos a recorrer el mercado popular que, según pudimos ver después, se extendía a lo largo de muchísimas calles, perdiéndose sin fin a través de muchísimos puestos y un inconmensurable espacio…
COROLARIO: Siempre me han asombrado los mercados callejeros, populares, porque para mí habría sido imposible dedicarme a esa incierta actividad. Soy de la idea que suponen asumir una tremenda inestabilidad económica y que son imprescindibles unas exigentes habilidades para la negociación permanente que está en las antípodas de lo que yo sería capaz de soportar.