PEQUEÑO VIAJE A LAS TIERRAS DEL INCA
Capítulo cuatro: Uyuni (Bolivia)
nueve de febrero, sábado
IV
“Da hacia el oeste y al horizonte inalcanzable, necesario e inexistente, que está allí como siempre al borde de la mirada de todos los hombres”. Eduardo Chillida
Finalmente llegamos a la orilla del Salar, alrededor de la una. La extensión de agua y luz se prolongaba mucho más allá de donde alcanzaba la vista. Nunca había visto nada parecido, la superficie de agua era blanca, quieta, espejeante; las nubes arriba, reflejándose en el agua y filtrando rayos de sol que provocaban una infinidad de matices, tanto en el agua como en las partículas de luz que invadían todo el espacio. Alberto nos proporcionó unas botas de goma altas y nos explicó cuál era el plan, del que no teníamos ni idea. Se trataba de avanzar con el coche, dado que la altura del agua tan solo era de alrededor de diez centímetros, llegar hasta un punto alejado, donde no hubiera más vehículos, y allí parar a fotografiar y comer. No pudo parecernos mejor, un plan insuperable. La luz también…
COROLARIO: Era el más increíble y fascinante espectáculo de luz que había visto en mi vida. Y que vería nunca. Seguro. Me sentía desbordado, febril, impaciente, pero al mismo tiempo inseguro porque, salvo por el entusiasmo, dudaba de que estuviera a la altura de semejante espectáculo.