PEQUEÑO VIAJE A LAS TIERRAS DEL INCA
Capítulo cinco: Reserva Nacional de Fauna Andina Eduardo Avaroa (Bolivia),
diez de febrero, lunes
VIII
“La historia desaparece, demasiado preocupada por peripecias locales, en beneficio de la geografía, familiarizada con las duraciones indefinidas y las lentitudes magníficas”. Michel Onfray
Nos acostamos a las nueve, ateridos de frío, debajo de una tonelada de mantas. El interruptor de la luz, situado en la puerta de entrada, era el mismo para el dormitorio y el cuarto de baño de tal manera que, en plena noche, para no despertar al otro, había que ir al baño sirviéndonos de la linterna del móvil. A las tres abrí los ojos. Sin poder conciliar el sueño profundo, y harto de dar vueltas, a las cinco me puse a escribir esta crónica. Naty durmió profundamente a mi lado hasta las siete que nos levantamos. Alberto se retrasó cerca de media hora y la razón, al parecer, aunque no nos lo dijo en ese momento, era que tenía problemas mecánicos con el coche, que venía fallando desde el día anterior (yo lo había notado pero no dije nada). Mientras esperábamos a salir, casi cuarenta y cinco minutos, paseamos delante del refugio en el que vivían un hombre, dos mujeres jóvenes y un niño de tres años. Los adultos entraban y salían del refugio y charlaban entre ellos. El niño jugaba. Finalmente, salimos hacía Laguna Colorada, en lo más profundo de la Reserva…
COROLARIO: Me incomodó la espera, y no era por un rígido sentido de la puntualidad sino por impaciencia. Sentía que me estaba perdiendo algo, que en ese momento estaría sucediendo un acontecimiento irrepetible para mí: una confluencia de matices luminosos, con el sol todavía en plena ascensión reflejado en el agua de la Laguna.