PEQUEÑO VIAJE A LAS TIERRAS DEL INCA
Capítulo seis: Potosí (Bolivia),
trece de febrero, miércoles
III
“A esta altura del siglo veinte, los indígenas de Potosí continúan masticando coca para matar el hambre y matarse y siguen quemándose las tripas con alcohol puro. Son las estériles revanchas de los condenados. En las minas bolivianas, los obreros llaman todavía mitad a su salario”. Eduardo Galeano (Las venas abiertas de América Latina).
Por la mañana, a las nueve, habíamos quedado con el guía que nos llevaría a visitar una mina en el Cerro Rico. También estaba previsto que habláramos con los mineros. Se llamaba Johnny. Era un hombre próximo a la cuarentena, simpático y comunicativo que, según nos dijo, trabajó en la mina durante dos años, con su padre, cuando era muy joven (luego estudió turismo). Nos desplazamos en coche calles arriba en dirección al cerro (la ciudad se despliega en una pendiente en las estribaciones del cerro). Hacia la mitad del recorrido paramos en una especie de almacén donde nos colocamos encima de nuestra ropa un pantalón y una especie de zamarra minera; nos quitamos nuestros zapatos y los sustituimos por unas botas altas de goma; además, un casco con una luz en el frontal. A medida que nos acercábamos a la zona cero, Johnny nos explicó que todos los habitantes que vivían en las inmediaciones eran familias mineras…
COROLARIO: Poco antes de acceder donde se encontraban las entradas a las minas, paramos en un puesto de venta: hojas de coca, cigarros, bolsas de plástico pequeñas que contenían un refresco (había de varios sabores), alcohol puro (96º), galletitas en bolsas y otras chucherías. Johnny nos indicó que debíamos comprar dos bolsas con ese lote, a 20 bolivianos cada una (2,55 €), para repartirlo entre los mineros. Nos enseñó el saludo quechua: Imaynalla (cómo estás)…