PEQUEÑO VIAJE A LAS TIERRAS DEL INCA
Capítulo seis: Potosí (Bolivia),
trece de febrero, miércoles
IX
“En Potosí se puede decir que vivimos entre la realidad y el mito. La realidad es que el mineral se está agotando y el mito es que creemos que el mineral nunca se va a agotar”. Richard Condori, minero (Fuente: reportaje de Mingo Venero)
Nada más salir, Johnny se encontró con un minero conocido que entraba a su turno. Nos presentó y le propuso un retrato; no le hizo mucha gracia, pero accedió. Me pidió que le enviara la foto, en formato digital, claro, a lo que me comprometí pero le dije que sería dentro de un tiempo. Me pidió que precisara más, a lo que le contesté que entre un mes y dos (han sido cuatro). Después, apareció otro y la situación se repitió. Llegaron dos más y propuse una foto de grupo (cuatro). Poco antes de llegar donde habíamos dejado el coche paramos junto a un convoy de cuatro o cinco vagonetas que hacía funcionar un conocido de nuestro guía: llevaba una barra delgada con una rueda al final, la arrimaba a un cable que restallaba y que hacía que los vagones se movieran. Dirigía a dos o tres mineros que se ocupaban de que las vagonetas cargadas avanzaran sin problemas hasta algún punto. Se llamaba René y al parecer era su cumpleaños, cuarenta y seis, según dijo. Aparentaba sesenta o más. Finalmente, terminamos nuestra convulsa experiencia y a las doce volvimos a la ciudad. Antes de despedirnos le propuse un retrato a Johnny, al que accedió encantado, aparentemente. Nos despedimos de él con el compromiso de enviarle los retratos…
COROLARIO: Podría interpretarse como absolutamente frívola nuestra visita al Cerro Rico, y sí, sin duda lo fue, ya que en sus entrañas, por los efectos naturales de la explotación a lo largo de quinientos años, han muerto decenas de miles, centenas de miles seguramente, de hombres, triste y dolorosamente. El efecto de la inmensa riqueza que contenía y contiene el Cerro, ha afectado a millones de personas a lo largo de la historia. Es un lugar pequeño (solo un cerro grande) pero de una importancia universal, transcendente, y nosotros, superficiales e intranscendentes turistas, lo habíamos despachado en unas escasas dos horas. Sí, pero cómo podíamos nosotros situarnos justamente ante semejante inmensidad. No se me ocurre nada más allá de ese breve y respetuoso acercamiento. Quizá el turisteo tan solo sea una estúpida y prepotente actividad humana.