28 JUNIO 2019

© 2019 pepe fuentes
Autor
pepe fuentes
Año
2019
Localizacion
Sucre, (Bolivia)
Soporte de imagen
-35 MM- ILFORD SFX. 200 (800)
Fecha de diario
2019-06-28
Referencia
9335

PEQUEÑO VIAJE A LAS TIERRAS DEL INCA
Capítulo siete: Sucre (Bolivia),
catorce de febrero, jueves
III
“La comprensión de un país no se obtiene en virtud de una larga inversión temporal sino según el orden irracional e instintivo, a veces breve y fulgurante, de la pura subjetividad sumergida en la aleatoriedad deseada. El prejuicio racionalista supone posible la captación de un lugar por el solo esfuerzo intelectual, por el sesgo cerebral y voluntarista (…) Pero creo menos en las certezas obtenidas por la duración de la estancia que por su intensidad y la cualidad de artista del observante nómada. Un buen viajero confiesa una capacidad de registrar las mínimas variaciones, es sensible a los detalles, a la información microscópica”. 
Michel Onfray

Nos despertó la campana de una iglesia cercana. Desayunamos bien y preparamos las maletas definitivamente, por la tarde volábamos a Santa Cruz y de ahí a Madrid. Carlos fue puntual. Previamente nos había programado, según supimos por un mensaje, una visita a un museo. Nosotros, por el mismo medio, aclaramos que no queríamos visitar museos y tampoco iglesias (son miles las visitadas a estas alturas) que, simplemente, queríamos callejear. Nos reencontramos afectuosamente después de tan solo una semana desde que nos despedimos en La Paz. Acordamos sobre la marcha que primero iríamos al Mercado Central y luego pasearíamos por las calles principales de la ciudad blanca. Es la capital de Bolivia y sede de la Corte Suprema de Justicia, aunque el poder ejecutivo y legislativo resida en La Paz. Carlos nos llevó por la principales calles y plazas, señalándonos iglesias y conventos de las distintas comunidades religiosas que actuaron en Bolivia a lo largo de los siglos de administración española (franciscanos, jesuitas, dominicos, mercedarios…). Sucre nos pareció una ciudad tranquila, calles limpias, arquitectura sencilla en sus edificios de origen colonial, predominantemente blancos. Entramos en el edificio de la Universidad Mayor, Real y Pontificia de San Francisco Xavier de Chuquisaca, fundada el 27 de marzo de 1624 (acotación sobre la nefasta e injusta leyenda negra: es inimaginable que los anglosajones hubieran creado una universidad para los apaches). Edificio colonial con un patio cuadrangular y doble planta de arcadas en todo su perímetro. De vez en cuando parábamos en nuestro deambular para resolver un punto intrincado de nuestra conversación que, generalmente, se atuvo a aspectos de nuestra presencia en Latinoamérica, o a cuestiones relativas a coyunturas sociopolíticas, tanto de España como de Bolivia. En un momento dado, Carlos expresó lo inexplicable que resultaba una monarquía como la nuestra a las alturas de la historia en la que nos encontrábamos. No tuve inconveniente en contradecirle y explicarle brevemente mi punto de vista al respecto (salvando las lógicas reservas al sistema de sucesión hereditario): la calidad democrática de los países monárquicos puede verse mejorada dada la naturaleza imparcial y simbólica de la institución. A nosotros, los españoles, para entorpecer aún más nuestro precario equilibrio, solo nos faltaría una previsible república populista con un presidente intervencionista como el señor Morales. También le puse el ejemplo reciente de la actuación real en el conflicto de Cataluña, por no hablar de la intervención de enorme calado político de su padre que propició la transición democrática en España. Por favor, por favor, que la máxima instancia del estado no dependa de la volubilidad de votos y coyunturas. Remaché. Pocos países tienen el beneficio y privilegio histórico de contar con una monarquía a estas alturas de la historia, donde además exista, como es nuestro caso, un control democrático de las instituciones, incluida la monarquía. Es un auténtico lujo contar nada menos que con un Rey que supone continuidad histórica y sentido de la unidad territorial y cultural y que, además, no perjudica en nada lo que los ciudadanos deciden. No es un estamento que pueda surgir de la nada, o lo tienes o ya no lo tendrás nunca; salvo que el país opte por una dictadura comunista populista, en las que los sátrapas de turno viven en permanentes y ordinarios sueños reales (cortes absolutistas de hombres vulgares) y hacen hereditarias a sus abominables tiranías. Lo que acabo de afirmar y que argumenté a Carlos, aunque parezca doctrinal y militante, no quiere decir que yo sea monárquico ni mucho menos (en política, salvo en un irreductible liberalismo, no creo en nada). Simplemente reconozco los acendrados beneficios de una monarquía democrática, en nuestro caso, ahora, que proviene de un sedimento cultural de siglos…

COROLARIO. No visitamos el parque cretácico dedicado a la presencia de dinosaurios en la zona y donde, según vimos después en internet, también había recreaciones de plástico, que me encantan. Carlos nos disuadió por falta de tiempo y ahora lo lamento, porque a veces disfruto fotográficamente más con esas boutades que con una catedral gótica. Ya lo creo.

Pepe Fuentes ·