18 JULIO 2019

© 2019 pepe fuentes
Autor
pepe fuentes
Año
2019
Localizacion
Toledo, (España)
Soporte de imagen
-120 MM- ACROS 100
Fecha de diario
2019-07-18
Referencia
9368

MENOS MAL QUE AL DÍA SIGUIENTE TODO SE ACLARÓ… el viernes, nada más volver del Super (esa transcendente actividad que me toca ese día de la semana), le dije a Míster Brown que teníamos que ir a defender mi inocencia y, por lo tanto, mi libertad incondicional para el veintiséis de mayo. No estaba excesivamente preocupado porque lo que no podía ser, no sería. Era imposible. En ningún momento temí que tuviera que recurrir a algún Tribunal de defensa de los Derechos Humanos (Estrasburgo, por ejemplo). Dejé a Brown en el coche, no fuera a excitarse si las cosas se ponían mal. Pasé el control de seguridad del organismo público y me adentré por un pasillo. Llegué a la puerta de un despacho donde se agolpaban varios ciudadanos. Me aupé sobre sus cabezas y, asombrado, comprobé que quién estaba detrás de una mesa funcionarial recibiendo a la ciudadanía, como dicen los políticos populistas, era el mismísimo presidente de mi comunidad autónoma. Me dije: -bueno, ya sé que soy un personaje muy significado de la literatura mundial (Josef K.), pero tampoco hacía falta que viniera a atenderme personalmente-. Por fin me tocó, me acerqué a la mesa, tendí a mi presidente la notificación y un escrito alegando que todo debía haber sido un lamentable error. Literario, eso sí. Examinó mis papeles y me contestó que le mostrara mi documento acreditativo para asegurarse que, dada mi condición de ciudadano culpable de incompetencia, estaba exento de tan disparatada actividad. Afirmó con la cabeza, como dándome la razón. Se abalanzó presto sobre un montoncito de papeles, cogió uno, puso mi nombre, lo selló y lo firmó. Azorado, como si me pidiera disculpas. Era mi exención para tan estúpida actividad. Todo se había aclarado: yo no era apto para ejercer esas tremendas responsabilidades. Me despedí, pero no dije: –gracias y adiós, Señor Presidente-, no soy dado a protocolos y servidumbres de clase y rango. Además, habría hecho el ridículo, porque luego, cuando le dije a Naty, convencido y ufano: -ha ido a atender mi justísima exención el mismísimo presidente de la Comunidad-, con la suficiencia de quién está al tanto de lo que pasa en el mundo, aséptica y cruelmente, me informó: -no cariño, tan solo era su hermano gemelo-. Me dije para mis adentros que no, que debía ser su doble, como pasa en las novelas. Naty no tenía ninguna necesidad de desilusionarme con una circunstancia natalicia tan vulgar. Digo yo.

Pepe Fuentes ·