26 AGOSTO 2019

VEINTICINCO DE JUNIO (martes): campo y campo IX (continuación). Después de dudar mucho sobre la dirección a tomar en mi paseo diario con Míster Brown, finalmente me decidí por Almonacid, un pueblo cercano en el que hay posibles motivos fotográficos: una cantera donde procesan piedras pequeñas para la construcción y un magnífico castillo de origen árabe que me encanta. Aunque me llevé el equipo completo, solo pensaba utilizar mi vieja cámara pequeña porque no tenía ningún propósito fotográfico en especial. Primero me acerqué a la cantera en la que hay una zona con montañas de grava, cambiantes porque las mueven constantemente. La luz era de mañana, aunque ya el sol se había elevado peligrosamente. La grava es materia netamente fotográfica por sus acusadas texturas, aunque también previsible. Conforma, con iluminación lateral y convenientemente procesada (toma y revelado), imágenes que funcionan por sí solas; así que, indudablemente, si te encuentras escaso de inspiración, vas a una cantera de grava y te salen varias fotografías. Otra cosa es, naturalmente, que ese juego facilón tenga algún sentido más allá de un esteticismo vacuo. Esa mañana, en un rato, hice seis fotografías como el que canta y baila alegre y despreocupadamente. Cero esfuerzo y mucho gozo con la luz, manejo de mis viejas cámaras y juegos de composición y silencio. Me han quedado estupendamente, ya lo creo (ésta no es la mejor, ni mucho menos). Si hoy a esta imagen le añado, quizá por inseguridad en mí mismo, una cita ad hoc, puede que me aproxime a la innecesaria pero muy estimable excelencia en mis propósitos diaristas. La cita:  “Lo que ves es lo que ves”. Frank Stella