24 SEPTIEMBRE 2019

BREVE Y RÁPIDO VIAJE A MÁLAGA (dos de junio, domingo). El calor era agobiante, más de treinta grados. A las cuatro y media salimos hacia Genalguacil. Carretera sinuosa, con constantes subidas y bajadas, por lo que, a pesar de la poca distancia, tardamos más de una hora en llegar. El pueblo se encuentra situado en pleno centro de la serranía y sus calles son un museo de esculturas y obras performativas de artistas no consagrados. El encuentro con ese pueblo, pequeño, tendido en una fuerte pendiente de montaña, blanco y estrecho, fue todo un acontecimiento: calles intricadas, sinuosas, trepaban por empinadas cuestas y a veces escaleras. A cada tramo se abrían rincones con pequeños espacios delante de las puertas de las casas, abarrotados de tiestos y, frecuentemente, obras artísticas situadas bien en el suelo, bien en las paredes. La peculiaridad estaba, no solo en las obras de la dispersa e imaginativa exposición, sino en el trazado de las calles y, sobre todo, en la arquitectura y concepción de las casas, casi todas diferentes y originalísimas, incluso en detalles como la colocación de azulejería, colores y hasta en el nombre que ponían a algunas de ellas…
Foto: Escultura del Museo urbano de Genalguacil.