NUEVE DE SEPTIEMBRE (2) “…el zen no sirve absolutamente para nada (…) Decía mi maestro: hasta que no practiques un zen que no sirva para nada tu zen no servirá para nada”. Para sostener esta aparente contradicción, dice el entrevistado: “Nos pierde la mente utilitarista, creemos que todo es un medio para alcanzar un fin y olvidamos que el aquí y ahora no es un medio para llegar al después o al futuro, sino que es ya el tiempo real (…) el ahora es ya lo que vamos a conseguir y como dice el Zen: no hay que conseguir nada, por lo tanto solo tienes que relajarte en el aquí y ahora (…) el futuro no nos puede llevar a ningún sitio porque el futuro no existe, no hay futuro, siempre estamos en un presente eterno, empezamos esta entrevista en el instante presente y ahora, al finalizarla, seguimos en el instante presente, este instante presente no es el futuro del instante presente, sino el instante presente del instante presente. Entonces, cuando al Buda le preguntaron: ¿qué será de tal persona en el futuro? El Buda respondió: cuando queráis saber lo que será de una persona en el futuro, mirad lo que está haciendo en el presente, porque el futuro será la consecuencia de lo que sucede aquí y ahora (…) tú no puedes estar en otro sitio que no sea el aquí y ahora (…) el que no pueda ser feliz aquí y ahora con lo que tiene, no puede serlo nunca porque el futuro no llega nunca, porque el futuro no existe…”. Francisco Dokusho. Estas sugestivas ideas las fui escuchando el lunes por la mañana, casi de madrugada, caminando, con Míster Brown yendo y viniendo ajeno a mis transcendentes escuchas. No pude evitar la tentación (tampoco lo intenté) de hacer una proyección sobre mi caso, a propósito de la afirmación de que el zen, para que sea auténtico y valioso, no debe servir para nada, y me dije, sonriendo escéptico e incrédulo: –a ver si va a resultar que soy puro zen, dado que todo lo que hago no sirve absolutamente para nada, y además lo hago plenamente consciente de su inutilidad– (en eso no me engaño). Estaría bien que, sin darme cuenta, haya alcanzado algún estadio de serena espiritualidad o cierta sabiduría; no a través de la meditación transcendente, sino mediante la eterna realización (nunca acaba) de inútiles fotografías, ejercicio espiritual y meditativo sobre el mundo, el aquí y el ahora. Qué coincidencia y qué gracia tiene todo esto, ya lo creo.
22 OCTUBRE 2019
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