31 OCTUBRE 2019

© 2017 pepe fuentes
Autor
pepe fuentes
Año
2017
Localizacion
Toledo (España)
Soporte de imagen
-35 MM- ILFORD SFX. 200 (800)
Fecha de diario
2019-10-31
Referencia
7905

CAMINAMOS INEXORABLEMENTE HACIA EL INVIERNO ¡¡¡Qué noticia!!! Mejor así, el invierno. Es más íntimo y armoniza mejor con la etapa de mi vida decadente. En este preciso instante es madrugada, de noche todavía. De fondo, en mi estudio y reclinado en mi cheslong, oigo e intermitentemente escucho El jardín de Voltaire, un podcast interesante, no solo por las citas de tan ilustre escritor: “No hay nada bueno, salvo lo que se puede leer sin desazón”, sino también por estar entreverado de músicas más que idóneas, perfectas. Es el formato de programa de radio que escucharía constantemente. ¡¡¡Cuanto echo de menos poseer cultura e inteligencia para saborearlas y disfrutarlas!!! En mi afán por estar conectado a todas horas con ella (la cultura), por si consigo atrapar algo que justifique llevar tanto tiempo aquí, en el mundo, corro riesgos muy onerosos. Ayer mismo, volvía del campo conduciendo y oyendo un podcast del programa que mencioné antes, con Charlie sentado a mi lado, tan contentos ambos, cuando, apostados en una rotonda, dos hombres de verde, gorra incluida, me pararon con el pretexto de hacerme un control de alcoholemia (eran las diez de la mañana y todavía no había bebido nada; luego tampoco). El agente, un celoso experto en pillar a gente con deficiencias culturales como yo, me dijo que había cometido dos infracciones: escuchar citas de Voltaire, que sin duda me distraían, y no llevar sujeto mediante un arnés de seguridad a Míster Brown, por las que me iba a multar. Lo hizo por una sola cosa (debió apiadarse de mí), no por mi perrito suelto en el coche, sino por Voltaire, que al parecer era más peligroso para mi seguridad y la de los demás. El hombre joven, verdoso, con una apabullante seguridad en sí mismo que contrastaba escandalosamente con mi patológica inseguridad, era de la opinión (me lo explicó) de que el único auricular que llevaba en una oreja podía distraerme en la conducción. No le contesté. Por cierto, con qué impresionantes certezas y a veces agresiva autoridad actúan las personas uniformadas, parecen estar en posesión de incontrovertibles verdades que te colocan sobre los hombros sin remisión y que te hacen sentir como un inútil peligroso absoluto. Con ellos no hay contestación posible, por lo que no le dije, no merecía la pena, que había otras muchas cosas que también podían distraerme: el paisaje, Voltaire en directo (en la radio, sin auriculares), un acompañante parecido a él (por incomodidad), una noche de insomnio, un disgustazo… Un sinfín de circunstancias que uno lleva en su corazoncito y que los hombres verdes no pueden ver, afortunadamente, porque solo faltaba que nos multaran porque tengamos dolor en el alma mientras conducimos. Para crear una mayor impresión y congoja a los simples mortales que caminamos a ras de tierra, a veces los montan en caballos para que interpreten soberbias puestas en escena que nos acobarden.

Pepe Fuentes ·