28 MARZO 2020

© 2015 pepe fuentes
Autor
pepe fuentes
Año
2015
Localizacion
Salzburgo (Austria)
Fecha de diario
2020-03-28
Referencia
6094

BREVE DIARIO (de incierta e intermitente duración) DE UNA PANDEMIA UNIVERSAL CONTEMPORÁNEA VIII
Viernes, veintisiete de marzo, a cualquier hora.
“Claro que lloré por él, por mí, por la incomprensible finitud de la vida: no hemos sido hechos para la muerte”. Antonio Lobo Antunes
No soporto la idea de ser incinerado, que es lo que al parecer hacen con los muertos por la pandemia, al menos en Italia (lo oí el otro día en el telediario).
Yo lo que quiero es pudrirme despacio, que el cuerpo vaya mutando lentamente en esqueleto de larguísima duración, mil años, como mínimo. Sí, que por lo menos dure mil años. No hay mayor nobleza para el ser que ha existido que ser un esqueleto para la eternidad.
Me desagrada intensamente la idea de convertirme en insignificantes y volátiles cenizas que los vivos esparcirán en una banal y pretenciosa ceremonia para íntimos, de engañoso alcance simbólico y hasta poético. Pura tontuna y cursilería humana. Quienes participaran en esa absurda pérdida de tiempo olvidarían el acto y al muerto un rato después. Intranscendente todo ese banal ceremonial de la nada.
Nada puede mejorar más el paso por la vida de alguien que una soberbia y singular tumba de piedra (si es un panteón, infinitamente mejor). Un monumento que homenajeé la vida del muerto durante siglos. Que trescientos años después, alguien se pueda detener para admirar las piedras carcomidas, intentando adivinar cómo pudo ser la vida del nombre borroso y apenas legible de la lápida. Entiendo perfectamente a quienes se hacen construir bellos monumentos mortuorios, así, la idea de la muerte, se me antoja menos muerte.
PS. Última hora del Coronavirus en mi casa: Algunos días me alejo en coche con Charlie Brown más allá de la frontera determinada por las estrictas normas de reclusión. No entraña ningún riesgo ni para mí ni para nadie porque, a dos kilómetros de nuestra casa, tomamos una desviación hacia el campo, hasta el inicio de un camino, en un entorno solitario. Ahí dejamos el coche y caminamos tres kilómetros de ida y tres de vuelta. Nunca nos cruzamos ni vemos a nadie. Supongo que si nos interceptan nos darán problemas, porque sí, porque en las normas no caben excepciones razonables y ni siquiera justificadas. Pero, como estoy convencido de la inocuidad de nuestra supuesta transgresión, lo seguiré haciendo mientras  pueda. Nos viene bien, tanto a Charlie, que corre entre las hierbas, como a mí , que hago algo de ejercicio. Luego, a las diez de la mañana, más o menos, al confinamiento diario que no me duele nada.

Pepe Fuentes ·