DIGRESIÓN CINCO. El manuscrito del aire, de Luis García Jambrina (2019). Ebook. Editorial Planeta.
Razones por las que se puede leer una novela sin tener previsto hacerlo: a) escuché una entrevista al autor en el programa Biblioteca pública, de radio nacional, que me agradó y me suscitó interés; b) conocí al autor hace más de veinte años, superficialmente eso sí, y sabía que había publicado varias obras, entre ellas una sobre la generación poética de los cincuenta, lo que también le otorgaba credibilidad; c) se trata de una novela de género (pesquisas policiales renacentistas, o algo así) pero ubicada en un territorio (La Española, actualmente República Dominicana) y una época (la conquista y colonización de Centroamérica) que ya de por sí me interesan mucho. Y, por último, pensé que, en época de zozobra y miedos a duras penas controlados, una novela de intriga podía ser perfecta. Pero, enseguida, mis expectativas se vieron defraudadas. No funcionaba del todo porque el planteamiento es previsible e impostado. No obstante, el desarrollo de la trama resultaba entretenido y he conseguido terminarla, quizá por la ligereza narrativa, felizmente. La peculiaridad más significativa es que el protagonista es nada menos que Fernando de Rojas, autor de La Celestina, metido a pesquisidor (así llamaban, al parecer, a los investigadores del siglo XV y XVI). La novela parece suficientemente documentada históricamente pero eso no es óbice para que falle en cuanto al alcance del planteamiento y desarrollo literario, con demasiados lugares comunes: como una historia de amor romántico que se convierte en el principal recurso del planteamiento, lo que resulta a todas luces insuficiente. Otro de los motores del relato son las atrocidades cometidas con los Taínos, indígenas locales de La Española, alentadas por un Fernando El Católico codicioso e inmisericorde, gobernadores corruptos, y encomenderos avaros y crueles. Aborda levemente el retrato de la sociedad colonial de Santo Domingo, así como el papel de la orden de los Dominicos, valedores del protagonista y defensores de los indios. La acción clave y épica llega cuando Fernando de Rojas se embarca en una expedición de castigo, casi suicida, remontando el río Ozama, a la búsqueda de un encomendero enloquecido por la codicia y el derramamiento de sangre, como si de un dios omnipotente se tratara, llamado Lope de la Cruz. Esta aventura resulta, en el mejor de los casos, un remake de El Corazón de las tinieblas (espero que a modo de homenaje a Joseph Conrad), pero claro, sería un remake de un remake, porque eso ya lo hizo Coppola en Apocalypse Now. Conrad, el capitán Willard, y Fernando de Rojas, remontando el río Congo, el río Nung, y el río Ozama, respectivamente, para localizar la esencia misma del mal. La misma historia, en distintas épocas y con muy parecidas víctimas: indígenas sojuzgados por el colonialismo. Puede que también Jambrina haya tenido muy presente la aventura equinoccial de Lope de Aguirre por el río Marañón. Ríos, asesinos, víctimas inocentes y, como telón de fondo, la codicia, el ansia de poder, el instinto asesino que parece que enloquece a los hombres que se sienten dioses. De cualquier modo, la novela me ha entretenido mucho, lo que siempre es de agradecer, sobre todo en tiempo de pandemia. Además, me ha proporcionado una cita perfecta para una fotografía como la de hoy: “Tierra de poca verdad y menor constancia y seguridad, como dijo la difunta reina cuando se enteró de que las raíces de algunos árboles de La Española están al aire y no bajo el suelo”. Luis García Jambrina
13 ABRIL 2020
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