14 ABRIL 2020

© 2019 pepe fuentes
Autor
pepe fuentes
Año
2019
Localizacion
Toledo (España)
Soporte de imagen
-120 MM- ACROS 100
Fecha de diario
2020-04-14
Referencia
9403

DIGRESIÓN CINCO. La línea invisible (Serie TV). España, 2020. Seis capítulos. Guion: Alejandro Hernández, Michel Gaztambide, Natxo López (Idea: Abel García Roure). Dirección: Mariano Barroso. Intérpretes: Alex Monner, Antonio de la Torre, Anna Castillo, Asier Etxeandía, Patrick Criado, Patricia López Arnaiz, Enric Auquer, Amaia Sagasti, Pablo Derqui, Ramón Barea.
Está bien, muy bien, esta serie sobre un asunto tan hediondo, sangriento y terrorífico. No era fácil. Barroso lo resuelve espléndidamente. Vimos los seis capítulos seguidos, sin fatiga. Lo que realmente produce un hastío, una arcada, un asco difícil de soportar, es comprobar lo lejos que puede llegar la imbécil crueldad humana. Cómo es posible que unos seres humanos, supuestamente con capacidad de discernimiento (el primer etarra asesino de mierda era profesor universitario), que necesariamente tendrían que haberse hecho cargo del valor de sus propias vidas pudieron arrebatársela a personas inocentes, absolutamente por nada. Incompresible. Hay que ser desoladoramente tontos, intelectualmente deficientes, políticamente ignorantes, emocionalmente inmaduros, moralmente desaprensivos, humanamente crueles y, sobre todo, asesinos sin causa ni razón. Malignos hasta límites nauseabundos. Tan culpable, inmisericorde y necia crueldad tan solo se sostuvo sobre una primaria y simplista ideología política, que no llega ni a premoderna y que podría definirse como Trasnochado Nacionalismo Enajenado, a la que solo acudían y apoyaban perturbados y tarados. A lo largo de toda la serie, Barroso y los guionistas despliegan el argumentario ideológico (es un decir) al que se “engancharon” unos muchachitos enardecidos y sanguinarios. Tan solo manejaban, especulaban y se revolcaban en un cenagal de simplezas que no iban más allá de una demagogia grandilocuente y mitinera: la raza, la historia, los ancestros, la liberación, la democracia, la identidad y bla, bla, bla. La serie aborda los inicios de la organización asesina y sus primeros delitos de sangre. Con un más que elemental sentido autocrítico tendrían que haber abandonado semejante disparate, pero resulta que no, que tan escasos presupuestos les dio para más de cuarenta años y ochocientos cincuenta y tres muertos, tan absurdos como los primeros. Siento una inmensa incomodidad por convivir en el mismo país con un pueblo partidario de una especie de eugenesia palurda (levantadores de piedras o cutreces del tipo de ocho apellidos vascos) por lo que, para mí, sería extremadamente deseable que se largaran de la casa común de una puñetera vez.  No me gustan sus jetas endogámicas, ni sus motivaciones, ni sus argumentos. No me gustan como personas (al parecer nosotros, los españoles, tampoco les gustamos a ellos). Paro ya porque solo me estoy remitiendo a una colección de lugares comunes y hechos más que sabidos. El caso es que Barroso y su equipo, especialmente los actores, nos sirven una historia muy bien dosificada en cuanto al ritmo narrativo, la producción y el perfil psicológico de los personajes (queda claro y creíble la perturbación de esos seres irracionales, pequeños y perdidos). El tratamiento es verosímil y dinámico por lo que transitas por las casi cinco horas de metraje sin perder interés en ningún momento. Antonio de la Torre, como siempre, espléndido, a pesar de que tal vez su personaje habría dado algo más de sí.

Pepe Fuentes ·