15 JULIO 2020

EPILOGO DEL DIARIO DE ENVEJECIMIENTO  ONCE (de estos últimos días). Y, además, están las carencias o, fabulosamente, la supuesta creatividad de los seres humanos, de las personas. ¿Acaso la creatividad no es esencial y enriquecedora para gozar de una calidad de vida más que estimable?  Yo creí ser creativo cuando era joven. Ahora, décadas más tarde, poco a poco, he ido constatando que aquella venturosa, aunque engañosa percepción de mí mismo, era mentira. O, en el mejor de los casos, decepcionantemente breve. A veces, en un escenario propicio y con elementos u objetos adecuados, fugazmente, siento que puedo recuperar algo de aquella espontaneidad y vigorosos automatismos. Me siento muy bien cuando conecto con esa especie de estado de gracia, generalmente impremeditado e infrecuente. Nunca, nunca, a priori, responde a cuestiones conceptuales, mensajes o cosas así. La supuesta “creatividad”, o es loca o no es. Al menos en mi caso. Lo digo por la mera existencia de las imágenes y no porque posean el soñado y deseable atributo de creativas (jamás me arrogaría la condición de creativo y, ni soñando, de artista). El caso es que todas las imágenes de estos últimos días, realizadas el pasado año, de un modo automático, a impulsos absolutamente improvisados, sin causa, motivo o razón, me han venido muy bien para acompañar Mi diario de envejecimiento; por una leve conexión argumental, la foto final de la serie muestra –el paisaje después de la batalla de la vida- (esta última frase contiene un alto grado de cursilería tóxica) ¡¡¡Atención, cuidado con los cursis, pueden ser altamente contagiosos!!!  Por último, reafirmar que ni las imágenes fueron creadas para estos textos, ni éstos fueron escritos pensando en las imágenes. No sé, a ver si va a resultar que soy un surrealista tardío (por lo de los bellos y fortuitos encuentros). Me gustaría mucho.