DIARIO DE LA GANA Y LA DESGANA 2:
- No, no consigo preocuparme por la pandemia a pesar de su extrema y catastrófica gravedad. Parafraseando el título del cuento de Poe, podría llamarse La mascarilla de la muerte amarilla (por lo del origen chino) y no el soso y conceptual Covid19. No me hago ni puñetera gracia. Pero sigo sin intranquilizarme demasiado (quizá porque no ha afectado a nadie conocido), aunque la relativa tranquilidad no es óbice para que desee fervientemente que la desgracia remita y desaparezca. Nosotros, Naty y yo, nos hemos retirado a nuestra atalaya (ya lo estábamos desde mucho antes, luego casi nada ha cambiado para nosotros) desde donde no se divisa a nadie (nuestra calle, probablemente, sea la menos transitada de la ciudad y eso está bien). Nadie nos pide nada y nosotros no movemos un músculo. Todo quieto, todo en paz: el mundo fuera, nosotros dentro, pero con Ganas. El higiénico aislamiento está servido en nuestras vidas.
- En nuestro país, los que tienen voz pública, debaten y debaten hasta la extenuación sobre el inicio del curso escolar (en esto nadie se pone de acuerdo); los contagios; las medidas más convenientes para evitarlos (en esto tampoco nadie se pone de acuerdo); sobre el Demérito (ahora con los moros, viviendo a cuerpo de Rey desterrado); sobre los corruptos, doctrinarios y peligrosísimos podemitas; sobre Cayetana (Álvarez de Toledo), la marquesa desubicada que no ejerce y que sería más conveniente para ella que lo hiciera. A la marquesa, como política, no le salen bien las cosas porque, como he leído a alguien, -no sabe militar-. Yo, que tampoco sé, no milito y ya está. Yo, si fuera marqués, ejercería como tal todo el tiempo (aunque tendría que enterarme en qué consiste) y nunca lo haría como político. Resumiendo: nada de lo que sucede en el mundo me alude (Desgana), o como diría cualquier pedante venido a más: no me siento concernido por nada de lo que pasa… ¡¡¡qué Desgana, por Dios!!!…