DIGRESIÓN OCHO (y 2). La causa, Venezuela (2019). Guion: Andrés Figueredo y José Ostos. Dirección: Andrés Figueredo.
Figueredo se toma demasiadas molestias para no contar nada en absoluto, es más, sospecho que es un trabajo propagandístico (detrás de la supuesta libertad que se supone que contiene el mágico concepto de -autogestión- solo hay dejación, irresponsabilidad y desprecio para la dignidad humana), e indirecto intervencionismo de los bolivarianos, lo que remite a que Figueredo sea un tonto útil del detestable sistema. Sofisticado mecanismo de quienes no lo son en absoluto: que sean los propios excluidos los que se destruyan entre sí. En el colmo de la desfachatez manipuladora, en la última parte, aparece un diputado bolivariano de pasado carcelario, de verbo, gestos y ademanes prepotentes y chulescos (no me gustó nada el individuo) hablando de los valores positivos de la autogestión carcelaria y de la redención desde una perspectiva católico-integrista. El decepcionante documental, a pesar del despliegue de escenas revulsivas, nada nos cuenta realmente de las consecuencias de semejante caos, por ejemplo: número de muertos por violencia entre presos (todos armados); muertos por desatención sanitaria; muertos por consumo de drogas, o, incluso, desnutrición; víctimas de injustas causas judiciales o interminables demoras en los procesos que seguramente supondrán años de cautiverio sin condena firme y así hasta el infinito. No, Figueredo no cuenta nada de eso, tan solo se limita a filmar sombras que no hablan de nada más allá de sus sueños y anhelos de salvación, que fían a la mediación divina y nunca a la intervención de un estado que los ha abandonado a su mala suerte. La Penitenciaria parece una ciudad sin ley donde solo tienen un cierto margen de supervivencia los fuertemente armados o los protegidos o integrantes de las bandas. Toda una antología de indignidad, vergüenza, injusticia, violencia, delincuencia, crímenes, vejaciones y así hasta la locura. Cuando terminas de ver el documental no tienes la sensación de haber asistido a la escenificación del mismo infierno, sino de haber presenciado un pintoresco e inocuo reportaje antropológico de National Geographic. Puro folklorismo. Son los largos tentáculos de la dictadura bolivariana, o de cualquier otra parecida, estúpido –me digo-. Y pensar que ahora, ese régimen político que genera semejantes atrocidades distópicas es un espejo para nuestros gobernantes. Un espanto que da muchísimo miedo.
21 OCTUBRE 2020
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