EL MAPA DE LOS DÍAS
16. MARTES (5 de Enero de 2021).
Ayer estuvimos, Charlie y yo, dando una vuelta por un campo al que hacía tiempo que no íbamos. De vez en cuando, me gusta volver a sitios a los que hace tiempo que no vamos, por si ha cambiado algo. También por si se me pasó algún detalle. Y sí, a lo lejos, vi una especie de hangar alto y dos casas adosadas con apariencia de abandonadas (no me había fijado antes). Ese tipo de descubrimientos me provocan un irrefrenable deseo de explorarlos, sobre todo fotográficamente. Llevaba la cámara, pero una valla que bordeaba el camino por el que avanzábamos nos impedía pasar. Tan solo era un día contemplativo, no tenía previsto riesgos inesperados: las exploraciones tengo que macerarlas en deseo como mínimo un día. El día siguiente fue el elegido. Llegamos a la zona de noche, aunque la luz empezaba a asomar y a perfilar un campo frío, helado. Nos colamos por un roto de la valla que protegía el campo y avanzamos por un camino recto, desigual y en ligera pendiente de bajada. El sol no había salido y el frío era intenso; a lo lejos, retazos de niebla se adherían al suelo húmedo y helado. Calculé que llegaría a las casas al mismo tiempo que los primeros rayos de sol. Así fue, la sincronización fue perfecta. Sin embargo, el sol se ocultó enseguida sin conseguir calentar el tono de las paredes ni colorear el cielo. El escenario se entregó a un tono gris plateado desapacible. El interior de las casas, de dos habitaciones cada una, se encontraba vacío y muy deteriorado. No había ningún objeto de interés. A una cierta distancia, el conjunto estaba bien proporcionado y su disposición alargada en el espacio ondulado en el que se encontraba, me pareció fotográficamente interesante. Fotografié un poco. Volvimos. Lo tremendamente complicado para nosotros en esa fría mañana estaba por llegar…