EL MAPA DE LOS DÍAS
17. MARTES (5 de Enero de 2021).
… Subimos un montículo para ver otra casa abandonada, que debió ser de un guarda rural. Desde allí, Charlie y yo, contemplamos el paisaje preguntándonos qué sería lo mejor que podríamos hacer. A la derecha del encuadre de la foto (no se ve en la toma) el terreno se extendía hasta muy lejos, con vegetación de monte bajo, olivas, encinas, grandes retamas y terrenos baldíos. Perfecto para los ensayos de perrito cazador de Charlie. Deambulamos un buen rato hasta que decidí volver hacia el coche que estaba a dos kilómetros, más o menos. Hacia la mitad del recorrido, eché en falta a Charlie. No me preocupé porque él se suele entretener y al rato aparece a mi lado como si nada (exactamente eso había pasado el día anterior en el mismo sitio). Sin embargo, esta vez, llegué al coche y Charlie no me había alcanzado, y tampoco me esperaba al lado del coche, como suele hacer. Me dispuse a esperarle, llamándole de vez en cuando, y nada. Volví sobre mis pasos dos veces, y nada. Pasó una hora, y nada. Ya estaba muy alarmado. Llamé a Naty para que me ayudara a localizarlo. Nos organizamos (mal) para buscarle. Con el coche viejo bajé por un camino muy irregular, con profundas hendiduras provocadas por el agua y, mirando alrededor por si divisaba a Charlie, ocurrió lo que podía ocurrir por falta de atención al camino: caí en una profunda zanja. El coche quedó medio volcado (imposible que saliera de allí sin ayuda), y Charlie sin aparecer. Naty, unos kilómetros más arriba, buscando, y nada. Llamé a una grúa que, asombrosamente, vino pronto a pesar de lo alejado que me encontraba de la carretera y de lo irregular del camino. El operario, eficaz y amable (a veces la realidad te sorprende), sacó el coche, no sin esfuerzo y pericia. Me fui a toda prisa para seguir buscando (me extrañó que la grúa no me siguiera por el único camino de salida). En ese momento llamó la policía municipal de un pueblo cercano para decirme que a Charlie le había acogido una familia y que esperaban que fuéramos a por él. Llegamos a la dirección indicada y allí estaba, tumbado en la puerta de la casa, tomando el sol tranquilamente y esperando. Nos recibió exultante. Al parecer, según nos dijo la familia que le cuidó, había aparecido en la calle tres horas antes, desorientado. Llamaron a la policía que, a través de los datos del chip, me localizaron. Lo que debió ocurrir es que Charlie no me divisó y, en vez de seguir la dirección en la que yo volvía (siempre acude al sitio desde hemos partido), tomó la dirección contraria y terminó en el pueblo, no sin antes cruzar una autopista por debajo de la misma y una carretera local. Siento escalofríos pensando todo lo que pudo sucederle, incluso si no da con unas gentes amables y generosas (por la tarde, Naty les acercó un obsequio como agradecimiento). En el colmo del despropósito de la mañana, cuando llegamos a casa recibí una llamada del operario de la grúa para decirme que él también se había quedado atascado en el desastroso camino y había tenido que ir otra grúa a sacarle. De toda esa concatenación de hechos desafortunados me sentí absolutamente culpable, sin paliativos: no presté la suficiente y necesaria atención a mi perrito y eso podría haber resultado fatal.