EL MAPA DE LOS DÍAS
28. MARTES (26 de Enero de 2021)
He ido al médico (traumatólogo) por el fuerte dolor en la espalda que tuve la semana pasada y que se me pasó tres o cuatro días después, pero se lo quería contar a un entendido… El especialista (Señor Martínez) me recibió con veinte minutos de retraso. Era un hombre joven, de baja estatura, con su mascarilla, y barba de una semana. Se dirigió a mí con tono amigable y simpático pero de usted (no me gusta que me den ese tratamiento tan formal y viejuno). Le expliqué lo que me había pasado pero quitándole importancia porque ya no me dolía (me gusta alardear de que no tengo dolencias), y claro, él, me tomó la palabra y también quitó importancia al doloroso incidente. No obstante, me recomendó una tabla de ejercicios gimnásticos para fortalecer los músculos de la espalda que, obviamente, no pienso hacer. También me entregó un informe breve que en la última línea aventuraba un diagnóstico: Lumbalgia simple resuelta. Me despedí con una frase desenvuelta, satisfecha y amigable: -Gracias por todo Martínez– le dije. Salí de la consulta muy contento porque, una vez más, me libraba de una enfermedad que esperaba terrible, como cáncer de huesos, o una metástasis progresiva… Siempre imagino cosas así. Me gustan los diagnósticos médicos sin importancia, me hacen pensar que soy omnipotente. Cuando sienta que la autoestima se arrastra penosamente detrás de mí, o que transmuto en algo así como un Schmürz (personaje informe de Los forjadores de imperios, de Boris Vian), lo que es frecuente, iré a cualquier especialista quejándome de una enfermedad imaginaria, para que me diga que no, que estoy estupendamente y así ser feliz un rato después de la consulta.
La fotografía: Obviamente, de la feliz experiencia médica no tengo fotografía, así que traigo al diario una que sugiere felicidad y loca excitación y, de autoestima, mejor no hablar, es patente y notorio que está por las nubes. El único problema es que es otro/otra.