3 FEBRERO 2021

DIARIO DE ENVEJECIMIENTO VEINTICUATRO, del veintinueve de Enero de dos mil veintiuno (11:32 horas)
Hoy no me apetece escribir. Estoy preocupado por unos amigos a los que les ha entrado la pandemia por la puerta de atrás de su casa y ha enfermado toda la familia. Poco a poco van saliendo de la maldita situación, a trompicones, pero con ganas. Hoy no escribiré para este diario “temático” ¿Por qué no lo haré? Porque no tengo ganas y porque son mis dedos los que determinan si debo escribir o no: si se mueven con rapidez y soltura por el teclado es que la escritura empuja, si se muestran torpes e imprecisos, incómodos con la mecánica de encontrar las letras que pulsar, debo dejarlo porque nada de lo que perpetre saldrá bien. Me conformaré con añadir una cita del gran Cormac McCarthy.
“Yo le reconocí que muy pocas cosas buenas se podían decir de la vejez y él dijo que sabía una y yo le pregunté cuál era. Y él dijo que no dura mucho. Esperé verle sonreír, pero no lo hizo. Vaya le dije, un comentario muy frío. Y él dijo que no era más frío que lo que los hechos requerían. Y ahí terminó la cosa”.
La fotografía: Es como la de ayer. Realizada tan solo unos minutos después, en el preciso instante en que me pareció que la sesión de toma, tan solo concebida en función de los textos sobre el envejecimiento que ya tenía escritos, se estaba quedando corta, así que me dije: ¿qué puedo hacer más? Me contesté: ponte un sombrero, tío. Y me lo puse. Y ya está. Como dije el otro día: a veces, todo depende de los detalles.