DICCIONARIO DEL TONTO
DECADENCIA: «Acción y efecto de decaer (ir a menos)». RAE
Esta vez, perfecta la Academia.
Sobre esta circunstancia vivencial también tengo bastantes citas en mi almacén. Aunque no sé por qué, ya que a mí la decadencia apenas me afecta, tan solo en el aspecto físico, que ahora ya es lamentable y que decae más y más, diariamente.
Si consideramos la decadencia como un proceso de bajada de posiciones más elevadas en cuanto a reconocimientos, éxitos, prestigio, capacidad, y otros muchos aspectos brillantes y gloriosos… estoy en paz: no me siento afectado en absoluto. Nunca he vivido esa dolorosa epifanía. Nací ya decaído . Es más, diría que mi proceso es inverso: en vez de bajar subo y subo. Como siga así alcanzaré la mayor y extemporánea gloria que imaginar se pueda, de la que solo podrá apearme la maldita muerte.
¡¡¡Qué risa!!!
Alguna ventaja debía tener no haber sido nadie nunca.
Ahora, en el colmo de la soberbia más autocomplaciente, al estar subiendo incesantemente (vengo de las más oscuras profundidades, del más absoluto anonimato), y como no tengo nada que perder, solo ganar si no paro de moverme, como es el caso, cuando veo a alguien precipitarse al vacío (casi a todos les pasa), sin alegrarme, me reconforto cómodamente instalado en mi autista y tranquila inmunidad.
Moraleja: ten cuidado hasta dónde subes creyéndotelo, sobre todo si te sostienen hombros traicioneros (todos lo son), porque te darás un batacazo monumental.
Juan Antonio Masoliver Ródenas: “Toda la vida sacando las mejores calificaciones, frecuentando las mejores universidades, participando en los más importantes congresos, colaborando en las mejores publicaciones, y ahora se pasa las tardes en el hostal Ocata jugando al dominó. Y perdiendo”.
¡¡¡Qué risa, otra vez!!!
Quizá lo que estoy escribiendo tan solo sea la miserable venganza de un mediocre, de un perdedor. Pero me da exactamente igual. Es lo que hay: es lo que me ha tocado y me he ganado no haciendo absolutamente nada por impedirlo.
Bueno, paro ya de enunciar teorizaciones conmiserativas, indulgentes y hasta grandiosas, porque también es verdad que algo de decadencia sufro, aunque tan solo sea la de mi cuerpo que afecta al vigor (también sexual), la salud y la estética (ya no soy tan guapo como fui a los treinta, ni mucho menos). Pero bueno, ese decaimiento tan solo es común y previsible, sin otras implicaciones morales y anímicas.
En cuanto a la inexorable y metafísica decadencia, solo deseo ardientemente no caer en la maldición que menciona E. Cioran: “Una decadencia que no se comprende pierde su poesía en el ridículo”.
O lo que es lo mismo, conjurar el ridículo con risa y belleza.
La Fotografía: El decaído (yo) en posición -decúbito supino-. Ha sido la más utilizada en mi vida: unas veces con los ojos abiertos y otras cerrados, pero siempre la más natural en mi manera de ser y estar en el mundo. No tenía otro remedio que representarla fotográficamente. Eso he hecho.
Curiosamente, además, es la más habitual para pasar a la eternidad, luego también podría considerarse un ensayo general.