DICCIONARIO DEL TONTO
SUICIDIO: “Acción o conducta que perjudica o puede perjudicar muy gravemente a quien la realiza”. RAE
En este caso, la Academia no es especialmente precisa. Supongo que no tengo autoridad intelectual para decir algo así pero el término valorativo que emplea, -perjudica-, me parece, cuanto menos, aventurado y subjetivo. El suicida, una vez conseguido su propósito (no es fácil), eliminará su sufrimiento y eso no es malo para él. Creo.
No sé exactamente por qué, pero en mi almacén tengo cincuenta citas que aluden al suicidio, bien es verdad que la mitad, aproximadamente, son de una obra de Félix Fénéon (Novelas de tres líneas) en la que se limita a enunciar casos de suicidio: tanto las supuestas motivaciones como el modo en que lo han llevado a cabo, que no es de menor importancia (yo no sabría cómo hacerlo, aunque, dado que no soporto el dolor, supongo que lo haría con pastillas). Esta profusión de citas tiene que ver con que el suicidio siempre me ha parecido de grandísima importancia para el género humano. Y también un insondable misterio del alma.
Alguna vez he pensado en suicidarme, pero siempre me he parecido ridículo enfrascado en ese pensamiento: nunca he sido un verdadero suicida aunque nunca se sabe cómo pueden venir las cosas, quizá, en algún momento en la vida, todos podamos suicidarnos. Una vez calmado el tormento que provocaba mis frívolos y ridículos impulsos suicidas, me olvidaba del asunto durante bastante tiempo.
Creo que no me suicidaré nunca y la razón es sencilla: el suicidio es cosa de valientes y yo soy un cobarde patológico.
Los suicidas me merecen un respeto reverencial. Es la máxima expresión de la libertad propia: decidir cuándo acabas con tu vida. El suicida está más allá del bien y del mal y lo demuestra con su inmolación. En esencia y última instancia: nadie debe nada a nadie, luego la libertad es la única opción posible para cualquier vida digna.
Podría seguir escribiendo bobadas sobre el suicidio pero no lo haré porque es un asunto que me viene muy grande, así que incluiré una cita, de una inquietante coherencia, de las que tengo almacenadas:
“…De una manera que es un ejemplo de naturalismo, el libro sigue la historia del joven empleado de un banco que, cuando por fin debe enfrentarse al hecho de que está vacío de todo impulso, deseo o ambición, hace lo que es correcto desde un punto de vista evolutivo y se suicida”. J.M. Coetzee
La Fotografía: Dado que no tengo capacidad suicida (ahora pienso, tontamente, que el suicida nace, no se hace), mi posible intento solo llegaría hasta subirme en una mesa, como en la fotografía, y dar un saltito al suelo. Sería irrisorio, naturalmente, y de ahí no paso. Desde un puente no me tiraría de ningún modo. La verdad es que viendo el asquito que son mis piernas viejas, deterioradas, feas, lo más digno que podría hacer es suicidarme. A veces, cuando ejercía de fotógrafo analógico y manejaba productos químicos, como ferricianuros, sulfocianuros y otros parecidos, me decía, como gastándome una broma: si no me salen bien los virajes, siempre me podré comer los químicos: seguro que me matarán mucho mejor que cualquier otro método.
Título: Salto al vacío sin daño.