LOS MICROVIAJES: Cuenca y la Ciudad Encantada (y 5)
Viernes, siete Mayo de dos mil veintiuno
En este preciso instante comienzo a sentir una cierta fatiga por la escritura continuada de este Microviaje que, sin pretenderlo, me está saliendo en modo: guía turística.
Nada más lejos de mi intención que estas crónicas se parezcan a descripciones divulgativas. Ni estoy preparado para ello y ni mucho menos me gusta, pero este me está saliendo coñazo, coñazo. Dado que en estos días voy muy obligado y con poco tiempo disponible, se quedará como está.
Podíamos haber seguido en la ciudad el resto de la tarde, indudablemente con cosas que hacer, pero decidimos acercarnos a la Ciudad Encantada, a la que no había ido nunca.
A pesar de conocer imágenes del enclave, no sospechaba que me pudiera gustar tanto. Me encantó pasear por los senderos descubriendo formaciones de grandes semejanzas figurativas, sugeridas por títulos ad hoc que se podían haber ahorrado, porque no aportan nada verdaderamente imaginativo y condicionan la mirada e interpretación. No obstante, bien están así, porque a fin de cuentas uno siempre se puede abstraer e imaginar otras analogías. Para ganar tono literario en esta crónica incluiré parte de un soneto de Federico García Lorca en el que alude a la Ciudad Encantada:
“¿Te gustó la ciudad que gota a gota
labró el agua en el centro de los pinos?
¿Viste sueños y rostros y caminos
y muros de dolor que el aire azota?
¿Viste la grieta azul de luna rota
que el Júcar moja de cristal y trinos?
¿Han besado tus dedos los espinos
que coronan de amor piedra remota?…”
Desde allí, directamente a nuestra casa, algo más de doscientos kilómetros y dos horas de viaje.
Fue un día espléndido. Grandísimo Microviaje.
La Fotografía: Tormo Alto. Quizá la imagen más espectacular de la ciudad.