EL MAPA DE LOS DÍAS
52. Sábado (15 de Mayo de 2021)
Hoy tendría que saber algo, escribir sobre algo, proyectar algo para mi vida que suponga un asalto al resistente desaliento. Conseguir apropiarme de una cierta ilusión, aunque sea mínima. Tal vez me conformaría con poder esbozar una media sonrisa, por el momento no pido más, pero causa no encuentro. Al menos, por favor, un espejismo que dure un día. Pero no, nada de eso me parece posible.
Es sábado y es muy temprano. Me ha despertado el desánimo.
Padezco de una hernia umbilical de difícil operación, casi imposible, según me explicó un médico especialista, cirujano creo que era, en un hospital, el otro día. Me llamaba educadamente de usted, yo a él de tú, también educadamente; como si fuera mi colega, que naturalmente no lo era.
El individuo, con ganas de hacer daño gratuitamente (a mí, que nada le había hecho), me indicó que tenía que adelgazar diez kilos y hacer abdominales: si no, no me podría operar. Ah, por si fuera poca la atrocidad del diagnóstico también me indicó que, si al hacer el ejercicio que no quiero hacer se me sale la hernia, me la tengo que recolocar con el dedo (le habría matado, pero no lo hice porque soy un pusilánime). Yo también podría haberle dicho a él que se pusiera a régimen porque estaba más gordo que yo, pero claro, yo no suelo operar de nada porque no soy cirujano sino un pensador que no piensa.
Tengo más estúpidos contratiempos: un Herpes Zoster (AstraZeneca ha hecho conmigo una de las suyas) y alguna cosa más, pero no lo contaré porque me aburre relatar tanta puta miseria.
Míster Brown también sufre de penalidades físicas: tiene las almohadillas de la pata delantera derecha muy dañadas y cojea ostensiblemente al caminar y, además, unas pequeñas úlceras en los ojos. Naty está mejor y nos ayuda a los dos. Menos mal que no se cansa de ayudarme: sin ella todo saltaría por los aires, así que la beso sentidamente, varias veces al día.
Encima no se me ocurre nada que escribir y tan solo me sale esta porquería.
La Fotografía: Una carretera, tan parcheada como yo, metáfora de mi estado general de ahora mismo y lo malo es que solo puede empeorar. Por eso hago fotografías como la de hoy, perfectamente prescindible pero que me desahoga y entretiene. Quizá, a mí la fotografía ya no me sirve para declinar estampas bonitas, como hace todo el mundo (hay pocas actividades más estúpidamente autocomplacientes que fotografiar), sino tan solo para enjugar las lágrimas del desánimo.