DIGRESIÓN CUATRO: Luz silenciosa, México (2007). Guion y dirección: Carlos Reygadas. Intérpretes: Cornelio Wall, Miriam Toews, Maria Pancratz, Elizabeth Fher, Jacobo Klasses, Pater Wall.
A Reygadas lo conoce todo el mundo, aunque, especialmente, cinéfilos y críticos (es lo mismo). Yo, No. Ahora sí, ya le conozco un poco. El otro día vi la última película suya: Nuestro tiempo, película densa e intensa, y lamentablemente sobreactuada en todos los sentidos. No entré en ella y en algunos momentos me pareció de una incómoda impudicia. No obstante, no dejo de reconocer sus méritos, porque hasta ahí llego. A Naty le gustó mucho, pero como a mí no, no escribiré sobre ella. Anoche vimos la que comento hoy, con la que ha sucedido justamente lo contrario, luego sí escribo sobre ella:
Los protagonistas absolutos de esta conmovedora historia lloran desconsoladamente porque aman sincera y apasionadamente. Son dos mujeres y un hombre, un matrimonio como Dios Manda, y nunca mejor dicho, y la amante de él. Forman un triángulo perfecto, luego imposible. A la confusión que puede producir una situación semejante, en cualquiera de los casos y creencias que acompañen a las víctimas (lo de los amoríos alternativos, o se planifican bien, o suelen convertir en un desastre vivencial). En este drama desconsolado, los involucrados, pertenecen a la iglesia Menonita, singularmente estricta en valores religiosos tradicionales. Entre estas gentes todo se hace de acuerdo con la Palabra de Dios, con absoluta sobriedad y seriedad, incluso reproduciéndose (el matrimonio tiene 7 hijos). Soportan la desgracia de pertenecer a una iglesia cualquiera, da igual la que sea, porque todas ellas hacen llorar.
La arrebatada pasión Johan por Marianne (la otra), hace que los valores eternos sobre la que sustentan sus vidas salten por los aires. El padre de Johan, en un gesto de extraordinaria indulgencia, le dice que se halla bajo la influencia del diablo, pero que tendrá que seguir lo que le dicte su corazón (grandísimo y sorprendente gesto). Estos son, grosso modo, los referentes descriptivos de la historia escrita y rodada por Reygadas, que remiten a encrucijadas morales y existenciales imposibles. Y es, precisamente ante ese tremendo dilema, donde la película se hace grande, muy grande. Reygadas narra la angustiosa textura sentimental y emocional que sufren los protagonistas sobria y contenidamente, con delicadeza, respeto e intensidad. En mi reciente y breve experiencia con el cine de este talentoso director, me ha parecido observar que en las dos películas que he visto, y especialmente en esta última, hace que la cámara envuelva cadenciosa y pulcramente cada una de las situaciones, con una lentitud a veces exasperante (el baño de los niños, la actividad doméstica, los trabajos en el campo…); pero, de pronto, un relámpago, un chispazo de fulgurante intensidad emocional construido sobre intensas miradas, gestos, silencios y lágrimas. Intimistas vibraciones de una autenticidad que turba por el respeto y belleza con la que la cámara se acerca al sufrimiento, y también al placer de los amantes, a la familia, a la amistad, al severo estilo de vida Menonita, a las relaciones paternofiliales. La escena entre el padre y el hijo, Johan, es tan sincera y conmovedora que se hace difícil sostener la mirada sobre la tensión emocional de lo que sucede en la pantalla. Memorable.
La Fotografía: Los amantes: Johan y Marianne.
6 AGOSTO 2021
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