CRÓNICA DE UN ALEJAMIENTO TRISTE Y ALEGRE AL MISMO TIEMPO
Capítulo 4.
-Acercándome a la verdad valientemente, sin miedo a equivocarme-
… No hay vida compartida posible impregnada de aburrimiento, y sí es así, la calidad será una auténtica mierda. Absoluta. Soy tajante en esto, porque estoy persuadido de ello.
A la hora de señalar las posibles disrupciones, no me resulta fácil establecer exactamente cuáles pueden ser y en qué orden. Más bien me inclinaría por un fallo multiorgánico irreversible. Hemos envejecido y la vida ha dejado de cundirnos, no ha dado más de sí.
Para empezar, la íntima sensación de que lo que hiciéramos a partir de ahora, ya lo hemos hecho antes y muchas veces. Así el estímulo vital es imposible, o cuanto menos, muy difícil, a no ser que bajáramos la calidad a mínimos y ni así.
-Las palabras, lo que pensamos, lo que deseamos y hasta lo que soñamos, ya es conocido por el otro. Nuestra comunicación ha sido constante e intensa, sin secretos, y eso, aun siendo aparentemente insuperable, mata y mata otros muchos aspectos de uno en el otro.
-Los cuerpos, nuestros cuerpos que se han atraído mucho durante años y años, ya apenas lo hacían; o, dicho de otro modo, nuestra líbido, la del uno hacia el otro, ya no alentaba ni con respiración asistida. Aunque, reconozco que Naty me sigue gustando mucho y físicamente hacía que mi deseo entrara en combustión, pero eso sí, como un gesto reflejo, sin buscarnos. Nuestro amor ya era un amor sin cuerpos, sin carne que poner en juego en nuestra expectativa cotidiana. Nuestro impulso sexual del uno hacia el otro ya pertenecía a un jugoso y divertido pasado. La sexualidad se mantiene en el presente y hasta en el futuro, pero no es posible con la memoria de intermediaria. No hay vida sexual que merezca ese nombre desde la costumbre y los actos reflejos, o la mera y prosaica necesidad biológica.
-La edad, la maldita edad (la mía), hace que los doce años de diferencia entre nosotros haga imposible conjugar ilusiones vivenciales; desde un viaje, una salida a cenar, una reunión social, un proyecto a compartir y tantas y tantas cosas. Naty aun quiere moverse y hacer de su vida un campo de iniciativas y posibilidades; yo apenas. Juntos, imposible ya.
-La previsibilidad inevitable, también la doméstica, hacía que cada día fuera igual al anterior; las palabras u opiniones de ambos, ante cualquier cosa nos las sabíamos de memoria, sin riesgo de error. Podíamos vivir guiados por un piloto automático y seguro que tomábamos todas las curvas infaliblemente. Por si fuera poca la inconveniencia por mi parte, seguía mostrándome tan invasivo como siempre, decidiendo y decidiendo; opinando y opinando, sin que Naty pidiera mi opinión. Además, para colmo de lo inconveniente e innecesario, hablando y hablando siempre. Ruidoso hasta lo insufrible.
-Podría seguir señalando síntomas, pero no lo haré, no hace falta; así que solo me queda señalar, quizá, lo más importante de todo: queremos revitalizar nuestros impulsos vitales a partir de la incertidumbre. Enfrentarnos a tener que solucionar nuestra vida día a día. Desde decidir cómo organizar las horas; dónde viajar, qué cocinar, qué películas ver, con quién salir a cenar, o con quién tener sexo (yo, difícilmente), y tantas y tantas cosas, que en este momento ya nos sabíamos con un margen de desviación ínfima, inapreciable. Lo sabíamos todo sobre cómo serían las horas, los días, los años. Cuán agobiantes pueden ser las certidumbres, o, dicho de otro modo, solo nos quedaba vernos languidecer, enfermar y morir. Hemos acortado una situación que podría ser desalentadora, o, mejor dicho, vitalmente invivible…