EL MAPA DE LOS DÍAS
80. SÁBADO III (4 de septiembre de 2021)
Cuatro y veinte de la madrugada. Avanzo despeinado por el efecto de la vertiginosa velocidad que desarrollo. Charlie no viene a hacerme compañía en mi torre de marfil con vistas a la calle, a través de amplios ventanales abiertos a una perspectiva bastante fea, por cierto. A propósito de la calle: ayer me encontré casualmente con mi vecina de enfrente. Me dijo que sabía lo que había pasado en mi vida (fue el día de la mudanza) y que estaba leyendo la crónica de mi inesperada separación en el blog, sí eso dijo. Para ella el diario no es un diario, es un blog. A mí me da igual lo que pueda ser este diario para mi vecina.
Lo que realmente me extraña (mucho), es que mi vecina estuviera siguiendo la historia del alejamiento entre Naty y yo (triste y feliz, y todo al mismo tiempo), sencillamente porque no tenía ni idea de que supiera de la existencia de este artefacto existencial: No se lo he dicho nunca. Misterios del comportamiento humano. No obstante, mi vecina me ofreció su ayuda si necesitaba algo. Ella es así, próxima y generosa.
Y Charlie sin venir a hacerme compañía…
La Fotografía: Hace años (casi diez) fui varias veces a la casa de labor abandonada de una finca próxima a mi ciudad. La finca se llamaba y se llama Pinedo. No sé lo que significa ese nombre (la RAE tampoco lo sabe). Allí, con mucho miedo, porque siempre pensaba que me atacarían los Malos, o los Buenos (eso habría sido peor todavía); me dedicaba a realizar performances que exudaban miedo, soledad, abandono, y, por encima de todo, reiteradas metáforas sobre la dureza y el peso de la vida que aplasta a cualquier ser humano consciente. Los que no lo son caminan alegremente, estiraditos y algunos hasta corren para no ir a ninguna parte, como si nada pasara. No es verdad, porque ya lo creo que pasa.