DIGRESIÓN CINCO. Risttuules. Estonia (2014). Guion y dirección: Martti Helde (y Liis Nimik, en el guion). Intérpretes: Laura Peterson, Tarmo Song, Ingrid Isotamm, Mirt Preegel, Einar Hillep.
Si no fuera por la profunda repugnancia que me provoca todo lo que tiene que ver con el abominable y genocida régimen soviético, tal vez esta película volvería a verla pronto, porque me ha impresionado hondamente su factura, su concepción, su manera absolutamente inédita para mí de narrar una historia sobrecogedora. Según cuentan los títulos de crédito e informativos que preceden y epilogan la película, el régimen estalinista envió a Siberia a cuarenta mil estonios, lituanos y letonios, en junio de 1941, pero por tratarse de una operación a gran escala pudo llegar a medio millón a lo largo de los años. El motivo: simplemente depuración racial de los habitantes de los países bálticos. No, no voy a entrar en las sinrazones de orden genocida, ni siquiera política ya que sería una banalidad dotar de rango político o sociológico un simple y primario instinto asesino a gran escala de un perturbado como Stalin; si no, tan solo escribir sobre la película.
Para mí, el concepto fotográfico, narrativo y filosófico con la que presenta la historia Martti Helde, me resulta muy próximo: representación estática, congelada, aunque la cámara se mueva frente a una determinada acción dramática. Esa escenificación, además de inquietante y terrorífica alcanza una calidad estética de una fuerza sobrecogedora. Nunca, que pueda recordar, había visto nada parecido. Yo, pobre de mí, con la multitud de secuencias que he realizado a lo largo del tiempo, siempre he buscado el mismo efecto, aunque con matices diferentes, sobre todo porque, en formato fotográfico, en vez de moverse la cámara, se mueven los personajes (generalmente uno, yo mismo). En este caso, la cámara discurre en un trávelin o plano secuencia, como se quiera definir, mostrando a los personajes detenidos en su condena, en su drama, en su infortunio. Ese estatismo y silencio hace que su desgracia alcance cimas estremecedoras. Los subtítulos, pocos, incluyen párrafos de las cartas que Erna dirige a su marido relatando su terrorífica e insoportable situación que duró hasta la muerte de Stalin (1953).
Blanco y negro sin concesiones en cuanto a su impecable y brutal tratamiento técnico, al servicio del relato de una gravedad trágica, como no podía ser de otro modo. Grandísima obra, que fotograma a fotograma conforma una composición palimpséstica del dolor que no acaba nunca, que se inscribe en capas sucesivas en el tiempo, como consecuencia de la ceguera e infinita crueldad humana.
20 OCTUBRE 2021
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