EL MAPA DE LOS DÍAS
93. Sábado (06 de noviembre de 2021)
Me levanté temprano y salí a dar mi paseo mañanero por la senda que acompaña al río. El río y yo íbamos en direcciones opuestas, pero sin interferirnos. Todo lo contrario. A medida que caminaba sentía que todo estaba en paz y armonía. La luz y la atmósfera eran ajenas a los males del mundo e incluso a los míos.
A medida que caminaba oía en Audible, Feliz final, de Isaac Rosa, que me estaba gustando especialmente (la terminé esa misma mañana y la recomiendo encarecidamente, aunque sé de alguien a quien, increíblemente, no le ha gustado). La muy estimable novela, recrea con precisión quirúrgica el desamor de una pareja de mediana edad. Los cónyuges rotos pertenecen a un par de generaciones, más o menos, anteriores a la mía. No obstante, en cuestiones de amor y desamor, nada en esencia ha cambiado gran cosa. Asunto eterno e imperecedero porque la dicotomía amor-desamor siempre obedece a los mismos impulsos: amar a otro cuerpo-dejar de amar a ese otro cuerpo (lo del alma es secundario, aunque también importante). Una vez llegados a esa disyuntiva todo se reduce a lo que uno quiera para su vida, a lo que espere de ella: si ambicioso y decidido, rompes; y sí no, te aguantas con el desamor y ya está. A mal vivir toca, amigo (o amiga). A fin de cuentas, se puede ser cobarde, pero nadie es imbécil y sabe lo que hace y porqué.
La Fotografía: A punto de acabar mi paseo, en la periferia de mi horroroso barrio, me encontré con esta insólita imagen que fotografié con mi móvil nerviosamente, presa del pánico. No daba crédito a que pudiera haber gente adulta que pudiera avanzar voluntariamente en rigurosa formación militar, aunque fuera en modo deportivo, en su tiempo libre, al ritmo marcado por una especie de sargento instructor (figura de la derecha). Una disposición semejante me hizo pensar que tal vez se castigaría severamente la torpeza o la indisciplina de la tropa de voluntarios. Inaudito. Era una situación y circunstancia exactamente igual a la que viví, obligado claro, en el ejército en mi juventud. Espeluznante imagen. Hay gente que si no obedece no está en paz consigo misma, me temo.