COLECCIÓN DE MISCELÁNEAS
CATORCE: Sobre la Constitución Española, que se celebra hoy mismo.
No creo que haya nadie menos autorizado en España para hablar de la constitución que yo mismo. Nunca la leí.
Y criterio poseo poco y además me encuentro en pleno proceso de deconstrucción mental y cultural. A mí me habría gustado saber algo más, no mucho, pero sí lo suficiente como para vivir sin complejos ni culpa. Eso me habría permitido, además, modular lo que supiera apoyándolo con contundentes ideas propias, como, por ejemplo, Manuel Vilas: “Cada 40 o 50 años España se divorcia de sí misma”; y cosas así.
Si este hombre que sabe y que además escribe estupendamente lo dice, por algo será. Yo me fio de su opinión. Precisamente ahora andamos en el entorno temporal del que el habla, así que toca divorcio.
Otro autor que me parece digno de tener muy en cuenta, Jaime Gil de Biedma: “De todas las historias de la Historia/la más triste sin duda es la de España/porque termina mal”. Yo lo veo igual, España terminará mal, de hecho, ahora estamos presenciando un lamentable espectáculo de autodestrucción.
También autores antiguos, como la generación del noventa y ocho, tenían una percepción lúgubre y pesimista de nuestro destino. La duda que me crean esos autores es que más de cien años después aquí seguimos, agonizando, pero sin morirnos todavía. Bien es verdad que, a la mitad del proceso se interpuso la dictadura franquista: el generalito mandó parar y el proceso se suspendió temporalmente. Cuando ese periodo acabó, todos a la línea de salida a empezar otra vez con las piquetas.
Todo parecía indicar que estaríamos mejor pertrechados con una constitución en la que parapetarnos, para alcanzar la modernidad de una puñetera vez. Se hizo, pero no caímos en la cuenta de que el remedio conllevaba potentes efectos secundarios, que acabarían matándonos (40 o 50 años después como vaticina Vilas).
Yo ya no soy constitucionalista, sencillamente porque me he dado cuenta de que los cimientos sobre los que nos sustentamos están viciados y harán que nos hundamos. Tiempo perdido. Empeñarnos en mantenerlos maniáticamente es suicida.
La principal amenaza para mantener la “marca” son los nacionalismos que la propia constitución los otorga carta de naturaleza y los glorifica como piedra angular del edificio. Quién hizo que eso fuera así sabría porqué (yo no). ¿Quién quiere tener un enemigo en casa? Nadie en su sano juicio.
Hagamos una nueva constitución que permita que se vayan de una vez y podamos salvarnos los que quedemos.
Yo no celebraré algo que está obsoleto, que ya no nos sirve de nada, salvo para perpetuar un estado desigual: unos pocos chantajean y mantienen cautivos a los más. ¿Quién puede entender eso? Yo desde luego No.
Otra pincelada histórico cultural, encarnada en Manuel Azaña: “No puedo suponer que los catalanes o los vascos, o quien fuere autónomo en España, puedan dejar de hablar en castellano”. Como tópicamente se dice: ¡¡¡sí levantara la cabeza!!! Este prohombre no tenía razón. El idioma español es perseguido en amplias zonas del territorio. Sí, aunque parezca mentira en un estado supuestamente democrático, se persigue a una lengua. Puro fascismo (Franco hizo lo mismo)
Como ya dijo hace décadas Ortega y Gasset: “España es el país más anormal de Europa”. Ahí seguimos, en lo mismo, y así seguiremos hasta que todo se vaya a la mierda. No, no es el momento de celebrar nada.
La Fotografía: Tengo la impresión de que es en Castilla, y en un castillo, donde habita el alma y el corazón de España (al menos ahí nació, en áridas mesetas con castillos en lontananza). Cualquiera podría acusarme de integrista (no lo soy en absoluto), pero, a fin de cuentas, a mí me trae sin cuidado lo que pueda pensar nadie de lo que yo piense.