1 ENERO 2022

© 2021 pepe fuentes
Autor
pepe fuentes
Año
2021
Localizacion
Toledo (España)
Soporte de imagen
DIGITAL (100)
Fecha de diario
2022-01-01
Referencia
3980

EL CUENTECITO DE NAVIDAD DE TODOS LOS AÑOS… en los que suelo expresar, en un día como hoy, que se cumplan las más íntimas y anheladas expectativas y deseos de aquellas personas a las que les envío esta especie de felicitación.
Como todos los años, el nuevo se nos ha echado encima sin darnos cuenta. Siempre pasa lo mismo, a pesar de estar avisados.
Unos años me he puesto muy estupendo, eufórico y hasta ocurrente. Otros, no tanto.
Este año no lo sé.
A medida que vaya escribiendo veré como sale la adivinanza. Para estos eventos nunca sé de antemano de qué voy a escribir (y para ninguno).
Dos mil veintidós lo inicio con menos personas a mi alrededor. Tampoco sé qué pensar sobre eso. Iré viendo.
En un día como ayer y como hoy, todo el mundo desea buena suerte a todo el mundo (todos contra todos).
No creo que esos deseos se sustentan en nada serio: ya estaría bien que al menos fueran sinceros. Yo no suelo entrar en ese juego de intercambio de mensajes huecos, aunque mis supuestas felicitaciones anuales lo parezcan. Pero siempre han sido un poco mentira, lo he hecho para adornarme o entretenerme. O lo que es peor, tan solo por un bobo juego de intercambio de cortesías no pedidas.
Enviaba una copia de esta entrada, con la fotografía que hubiera tocado, mediante mensajes de WhatsApp.
Este año no lo haré (ya está bien de tontunas).
Solo diré por si le puede servir a alguien que lea esta entrada (para mis escasos lectores haré una excepción y sí les desearé todo tipo de venturas porque, sin ningún género de duda, son los mejores); que el único modo de obtener algo en esta jodida vida es trabajar duramente y quien no lo haga, pues nada limpio sacará de ella. Sí, ya sé, lo dicho es una insoportable obviedad, pero no importa.
Ah, y como acabo de leer en La felicidad, desesperadamente, conferencia elevada a edición, de Comte-Sponville: “Esperar es desear sin gozar y sin saber”. Se refiere, claro, a la sola esperanza pasiva, sin más.
Eso es aplicable a cualquiera y a cualquier año: si no trabajas tu destino y fortuna y te quedas quieto, pues nada, a morir en vida.
Para mí y los míos, en dos mil veintidós, quiero que nos asista la potencia de desear, amar, actuar y gozar. Lo demás, salvo la salud, sobra.
Ya está bien de mensajitos subidos de tono por este año.
La Fotografía: Lo que he escrito más arriba (impremeditadamente, como me ha ido saliendo), está directamente relacionado con lo que pueda pasar en el nuevo año y de eso nada sabemos. Por eso, icónicamente, este año he invocado al mismismo Dios para que interceda ante sí mismo a nuestro favor, porque él en eso debe tener mano. Aunque no estoy seguro.
Ahora que lo pienso y sobre lo que pueda pasar en dos mil veintidós, me pregunto: ¿sabe Dios lo que pasará en el futuro? O él también se lo va encontrando azarosamente, como todos. Si es él el que decide el futuro de todos y cada uno de nosotros, me imagino que, con casi ocho mil millones de personas en el planeta, además de animales y plantas (y peces también), tendrá un trabajo insoportable, y eso sin contar los miles de planetas que potencialmente pueden estar habitados. Que digo miles, serán millones, seguro. De ahí mi escepticismo.
A pesar de todo, he celebrado una ceremonia persuasiva acogiéndolo amorosamente entre mis manos y susurrándole lo merecedores que somos nosotros (los míos y todos los buenos) de lo mejor y lo mucho que le agradeceremos venturas y gozos infinitos en dos mil veintidós. No me dijo ni que sí ni que no. Ya veremos.

 

Pepe Fuentes ·