LOS MICROVIAJES: Entre Linares y Granada
(día cuatro, lunes, siete de febrero de 2022)
“A veces se preguntaba si no pertenecería él a una clase de gente secretamente convencida de que tenía una especie de arreglo con el destino; esa gente, que, a cambio de su docilidad e ingenua bondad, se creen protegidos de las peores brutalidades de la vida”. Saul Bellow
Sí, eso pienso de mí mismo. Creo que pertenezco a ese tipo de gente, y no sé si esa es la causa de que, por el momento, no me sienta víctima de alevosas y crueles injusticias y desgracias. Y, además, es la pura verdad.
Después de la visita a la Alhambra nos encaminamos hacia el Albaicín. Subimos las cuestas por calles blancas hasta el Mirador de San Nicolás. Allí había mucha gente al sol, sentados en el pretil que miraba hacia la Alhambra.
En el restaurante de la plaza no había mesas libres, así que bajamos hacia el centro de la ciudad.
En el propio barrio, ya casi al final, entramos en un bar-restaurante en el que tuvieron el dudoso honor de servirnos los peores huevos rotos que he comido en mi vida.
Luego, durante toda la tarde, paseamos y paramos en una terraza a tomar café. El resto de la tarde y hasta la hora de la cena se nos fue deambulando por distintos lugares a la búsqueda de edificios barrocos significativos y el Monasterio de San Jerónimo, que decidimos visitar el día siguiente. Finalmente, después de cenar, tomamos una copa y nos retiramos en torno a las doce…
La Fotografía: Pareja madura de turistas de aspecto optimista y animoso. Parecían joviales y comunicativos. Entablaron conversación con una pareja de desconocidos que estaban sentados a su lado, quizá porque compartían idioma o nacionalidad. Me siento muy alejado de esas confianzas e iniciativas y menos con mi edad, que debía ser parecida a la suya.
“Ellos también son como yo, me digo. Y así me defiendo de ellos. Y así me defiendo de mí”. Antonio Porchia