MONÓLOGOS SOBRE ARTE
Capítulo cinco: ARCO, Feria Internacional de Arte Contemporáneo.
EL VEINTISIETE de febrero estuve en Arco. Llevo asistiendo y fotografiando, sin fallar un solo año, desde dos mil siete (quizá antes pero no tengo registros fotográficos). Durante estos dieciséis años ininterrumpidos siempre me he atrevido a teorizar sobre lo visto.
Este año no lo haré, porque por fin he asumido que de arte no sé una mierda. Nunca estudié esa procelosa e inasible materia (ni ninguna otra) y, además, mi condición de aficionado no da para tanto, o sí, porque como dice Marcel Duchamp, el mesías del Arte Moderno, en tanto que representa el papel de Libertador (o Liberador): “Dejad de tomaros el arte tan en serio”.
Pero, como entrometido e incontinente verbal que a fin de cuentas soy, me dejo llevar por un impulso incontenible hacia la actuación, a la acción, quizá por esa tonta convicción existencial, irreflexiva e inmodesta, marca de mi casa: -mejor hacer que no-. Siempre he pensado que solo es posible vivir, con un poquito de decoro al menos, desde la acción. Craso error. Se puede vivir o malvivir ensimismado (y dormido, pero soñando).
Claro que, cuando a un inútil se le ocurre actuar, solo puede ponerlo todo perdido de mediocridad innecesaria. Nadie puede cambiar eso, salvo el propio inútil estándose quietecito.
Este año pasé casi cuatro horas en la Feria, junto con Carmen, que tenía el buen criterio de “pasar de mí” a veces, cuando tenía mejores cosas que ver o hacer (ella entiende de arte, yo no).
El que en esta edición me proponga no teorizar no quiere decir que no traiga fotos a esta página de las muchas que hice…
La Fotografía: Por cierto ¡¡¡Cuánto han mejorado mis sesiones de toma fotográfica desde que soy digital, tanto técnica como manualmente!!! Antes, con mis viejas cámaras analógicas era una tortura, casi siempre con umbrales de luz insuficientes, monocromáticas, cambiando el rollo veinte o veinticinco veces, chapuceando todo el rato. Torturante como bota malaya.