MONÓLOGOS SOBRE ARTE
Capítulo diez: ARCO, Feria Internacional de Arte Contemporáneo.
Sigo con la definición de Félix de Azúa, un autor crucial para entender el devenir del Arte, sobre todo en estas últimas décadas. Sus dos ediciones del Diccionario de las Artes (la primera de 1995 y la revisión y ampliación, de 2011), son absolutamente imprescindibles para situarse en los valores estéticos que sustentan el mundo del arte y, especialmente, el contemporáneo, que posiblemente represente y escenifique el ocaso del Arte.
“… El arte contemporáneo es nuestra imagen en el espejo y en él aparece un ciudadano que ni Rembrandt, ni Velázquez, ni Tiziano habrían podido retratar porque carece de rasgos singulares, sólo proyecta hacia fuera la desnuda e inexpresiva lámina de una carne sin sublimaciones. Ni Petrarca, ni Shakespeare, ni Beethoven podrían ver en nosotros conductas merecedoras de ascender a ejemplo universal, ni tampoco, en consecuencia, contamos con un valor característico para entusiasmar a nuestros congéneres. Nada de nosotros puede ser valorado ni mucho menos respetado como trascendente al mero objeto carnal. Nuestra opaca insignificancia física se muestra en las pasarelas de la moda con los afectos traumáticos de una carne destinada a la urgente pulsión sexual y sin otra meta que la catástrofe convulsiva del orgasmo. Todo lo cual no puede verse con mayor claridad que en el arte contemporáneo… Somos nosotros los primeros habitantes de la tierra que no pueden ya refugiarse en los siglos de la naturaleza o en el cuerpo viviente del mundo, porque nada queda ya en el mundo que no esté marcado con la fecha de caducidad de la transacción comercial. Todos los objetos del mundo, incluido el mundo, son ahora mercancías empaquetadas con un cartonaje reciclado, tosco, brillante de grasa e impregnado de mercurio como el aire de la megápolis…”. Félix de Azúa
La Fotografía: Leyendo a Azúa, al menos en lo que se refiere a arte contemporáneo, no sé muy bien si es él el que radiografía filosóficamente este momento artístico, o son los autores los que le emulan a él. Y luego estoy yo que fotografío y lo hago sin preconcepciones, automáticamente. Luego cuando me sitúo en la perspectiva de teorizar sobre lo fotografiado (o visto) y leído, constato que todo es lo mismo; luego, deduzco sin apenas titubeos, que todo pertenece al signo de los tiempos; o, dicho de otro modo: quizá todo lo escrito por Azúa, el arte contemporáneo mismo y por supuesto mis fotografías, que no son otra cosa que la reproducción de obras, tamizadas por mi mirada y mi New Age fotográfica.