DIARIO DE VIAJE: A Sicilia
Día Uno (27.03.22)
Creo que ya es hora de empezar a relatar lo que fue ocurriendo a lo largo de los días. Lo que sucede es que no me siento con demasiadas ganas.
Realizar un viaje y quedarse quieto, sin hacer nada más, es un vertiginoso y eficacísimo mecanismo de olvido. Sí, ya sé que existen las fotografías, tan reales y memorables, pero sospecho que pueden serlo más las palabras porque ellas sostienen, descubren y radiografían las sensaciones. Pero claro, son renuentes, elusivas, escurridizas y encontrarlas es tremendamente laborioso. No tengo miedo a la tarea (soy muy trabajador), lo que verdaderamente me aterra es la mediocridad, que fotográficamente puedes disimular, pero no así con las palabras que te ponen en evidencia brutalmente.
Acepto el reto porque total, qué más da a estas alturas.
Son las diez de la mañana del seis de abril y tengo pánico a empezar, así que me voy a la calle, a pasear. Cuando vuelva empiezo (espero).
El sábado (26.03), dormí en casa de Carmen. El día siguiente, a las diez salimos hacia el aeropuerto y lo primero que nos encontramos fue una dichosa carrera popular que nos cortaba todas las salidas. Finalmente logramos eludir el sudor de los animosos ciudadanos y llegamos al aeropuerto. Pero, no habían acabado ahí los contratiempos: yo me había equivocado en la reserva del aparcamiento y me tuve que ir a aparcar a un pueblo cercano, con lo que puse en riesgo la toma del avión. Se solucionó.
Llegamos a Catania en tiempo y forma (algo más de dos horas de vuelo, en torno a las cuatro de la tarde). Tomamos el coche que habíamos alquilado y viajamos hasta Siracusa, donde pernoctamos. Hasta ahí, todo en orden.
Tomamos un Uber y nos acercamos al centro. Es decir, a la Isla de Ortigia, donde se encuentran los principales enclaves monumentales de la ciudad. Todo seguía saliendo según lo previsto…
La Fotografía: La primera que tomé en Siracusa, la plaza del Duomo.