DIARIO DE VIAJE: A Sicilia
Día Siete (02.04.2022)
… Llegamos a Catania a las tres o tres y media, para el caso es lo mismo. Tomamos la habitación de una casa de esas que se denominan turísticas o algo así. Son peculiares porque no te recibe nadie, ni siquiera hay recepción; tuvimos que contactar con la propiedad mediante mensajes y nos dieron las claves para abrir una especie de caja fuerte de acceso codificado que había adosada a la fachada, junto a la puerta, donde estaban las llaves. Pasamos a una especie de zaguán penumbroso y ascendimos hasta el primer piso por una escalera oscura y polvorienta. Abrimos y voila, se trataba de un piso más bien grande, limpio, bien decorado, al menos originalmente, con habitaciones rotuladas con nombre de héroes de leyenda, medievales y plenos de resonancias mitológicas. La nuestra se llamaba Carlomagno, nada menos; otras, Orlando… y otros nombres similares que ahora no recuerdo. ¡¡¡qué buen gusto y qué buena idea, me dije!!!
El mérito de la elección fue de Carmen que a poco que tuviera un mínimo de margen de maniobra lo organizaba todo muy bien, estupendamente, y yo le daba todo el margen del mundo, sencillamente porque sabía que a mí me saldría peor.
Una vez instalados, salimos a dar una vuelta por la ciudad, cadenciosa y cansinamente yo; jovialmente ella. Hay que ver como libera y vigoriza perderme de vista, – me dije-. Creo que yo debería hacer lo mismo conmigo mismo. A veces, se me ocurren notables tonterías.
No sabíamos muy bien qué hacer. Visitamos el centro, nuestra mitológica y romántica casa por una noche estaba cerca. Llegamos hasta la “Piazza del Duomo, centro neurálgico de la ciudad. En esta plaza, junto a edificios señoriales, como los de la Universidad, se halla el símbolo de la ciudad: u Liotru, o la Fontana dell’Elefante que fue construida en 1736 por Giovanni Battista Vaccarini”. (texto copiado de alguna parte).
Visitamos el Duomo y terminamos enseguida, no paramos mucho allí; luego a pasear arriba y abajo por la vía Giuseppe Garibaldi, por la vía Etnea, repleta de comercios y bares, muy animada.
A las siete, hartos de dar vueltas sin sentido, nos sentamos en una terraza cubierta muy concurrida y tomamos dos cócteles charlando de todo un poco, distendidamente, como si no pasara nada. Luego, buscamos un restaurante para cenar y como era sábado, todos estaban completos. Finalmente, tuvimos que recurrir a uno enfrente de –nuestra mitológica y romántica casa por una noche-. Tomamos una cena infame, la peor con diferencia de todo el viaje (triste colofón gastronómico del viaje).
A las diez de la noche subimos a la habitación y nos acostamos. No pasó nada más.
La Fotografía: Giuseppe Benedetto Dusmet (15 de agosto de 1818 – 4 de abril de 1894) – Fue un cardenal católico como no podía ser de otro modo (su momia vestida y yacente se encontraba en el Duomo). Arzobispo de Catania hasta su muerte. Obsérvese su mano derecha momificada. Púdicamente le habían ocultado la cara con una bella máscara de plata.