DIARIO ÍNTIMO 24
Diez de abril de dos mil veintidós (y 2)
… TRES HORAS más tarde mi amigo se marchó. Eran las diez y media de la noche de un sábado, en el que yo no tenía ningún plan a partir de ese momento. Llevaba todas las noches de la semana metido en mi casa y, sin ir más lejos, el sábado de la semana anterior, en Taormina (Sicilia), había disfrutado de una estupenda noche, pero esa espléndida ciudad quedaba lejos.
Cené algo rápido y decidí salir a dar una vuelta.
Como mi pequeña ciudad no ofrece grandes emociones nocturnas (que yo sepa) y además ya soy viejo, muy viejo, siento una gran timidez e inseguridad cuando pretendo cruzar el umbral de locales nocturnos de música y copas, ya que esos lugares están pensados y habitados por jóvenes. Siempre me temo que me impidan la entrada y me digan que si me he escapado de la residencia geriátrica.
En previsión de semejante y temido bochorno me acerqué a un local en el que ya he estuve hace unas semanas y comprobé que no pasaba nada, que nadie se interpuso en la entrada y pude tomar una copa sin mayores contratiempos.
Llegué a las doce y tampoco esta vez me neutralizaron. Había el doble de gente que la vez anterior, por lo que fue mucho peor. El primer día pude observar que nadie, absolutamente nadie, me gustó, especialmente ninguna mujer (siempre busco mujeres que me puedan interesar, por si acaso); este sábado tampoco, ni mucho menos, y como había el doble de hombres y mujeres la sensación resultó doblemente desagradable. A ese local acuden gentes de entre cuarenta y a lo sumo sesenta, como mucho (yo tengo bastantes más), pero sin temor a equivocarme afirmo y juro por todos los dioses que en el mundo son, que hombres y mujeres que hormigueaban y hasta bailaban en ese local eran los más feos e inelegantes que imaginar se pueda en la peor de las pesadillas, no solo de la ciudad, sino de los contornos. Cuarenta y cinco minutos después volví a mi casa bastante asustado no solo por la mala y desesperanzadora impresión, sino pensando que, o cambiaba algo de mis impulsos lúdicos y vivenciales o me iba a morir de asco. Sobre sexo, mejor ni hablar y ni mucho menos pensar.
La Fotografía: Otra vez Igor Mitoraj ¡¡¡qué fijación, por todos los dioses!!!