SUSURROS A MI MÓVIL, de madrugada (2)
Domingo, 17 de abril. 6:15 AM.
…Sigo sin dormirme. No tengo ni puta gana de levantarme, y dado que no tengo a Charlie Brown en la cama y tampoco ninguna mujer a quien acariciar, me entrego con apasionada fruición a susurrar a mi iPhone.
Sin querer, empiezan a ocurrírseme fotografías por hacer:
Una: en un campo de rabanillos, de flor intensamente amarilla, un individuo con un abrigo o gabardina pasados de moda y una máscara, lleva debajo del brazo un monitor de televisión y mira al objetivo insolentemente…
Otra: Seis pequeños maniquíes pintados con spray de distintos y rabiosos colores, de pie, repartidos por un campo estéril…
Otra: Patas de gallina, también pintadas de vivos colores (aprovechar la ya adquirida para los maniquíes) sujetas a un hilo invisible y colgadas entre dos árboles o más (secos, naturalmente)…
Otra: Un individuo de apariencia trastornada, con un abrigo pasado de moda y con otra máscara diferente, camina como una fiera confusa y perturbada en un foso de zoo en el interior de una piscina seca. Esta imagen tiene un problema técnico en la realización: al estar solo en el mundo (yo) si me meto en la piscina no podré pulsar el disparador, y otra, si no introduzco prudentemente una escalera en la piscina ya no podría salir de ella y tendrían que rescatarme los bomberos e ingresarme, sin solución, en un hospital psiquiátrico por peligrosidad hacia mí mismo.
Otra: Pienso un rato y no, por ahora no se me ocurre ninguna más. Mañana, aprovechando el ataque de insomnio diario, probaré a ver si se me ocurren más fotos que no haré, naturalmente… con enunciarlas es suficiente, pasan a ser cosa hecha.
La Fotografía: Dédalo llegó sano y salvo a Sicilia donde quedó bajo la protección del rey Cócalo; no así su hijo, Ícaro, que cayó al mar por haber aspirado a volar más y más alto, imprudentemente. Algo así me pasará a mí por querer llegar más lejos en todo lo que siempre me ha gustado tanto y por pretender vivir para siempre.