SUSURROS A MI MÓVIL, de madrugada (1)
Domingo, 17 de abril. 6:00 AM.
Estoy en la cama, toda para mí. Desasosegado e invadido por la ansiedad (no sé si mucha o poca, porque no tengo medidor). No está Charlie y tampoco una mujer a quien acariciar.
No consigo dormirme.
Miré mi cuenta de Instagram a las cinco (ya estaba despierto), y solo tenía 40 “like” en la foto que subí anoche. A las 6:00 de la mañana tenía 41. Me gustaría saber quién la ha visto entre las cinco y las seis. Creo que sí supiera que había sido una mujer la juraría amor eterno.
Mi relación con las mujeres, últimamente, es tan desastrosa como inhibida y asustada. Mi líbido está en franca retirada, aterrorizada ante la más pertinaz abstinencia que se cierne sobre mí. Será una travesía del desierto bíblica, sin manás, codornices, ni oasis. Moriré de sed y abstinencia, comido por los bichos. Mucho me temo que hasta para autoconsolarme tendré que recurrir a una viagra. ¡¡¡Menuda mierda!!!.
Ahora, envuelto en los vapores del insomnio se me ocurre que podría llevar a cabo una boutade: convocar a unas pocas personas de las que me gustaría despedirme, o al menos verlas por última vez. Citarlas diciéndoles que quiero celebrar una fiesta, la del adiós, porque tengo los días contados. Comprobaría entonces a cuantas de ellas importo un poco, cuestión que, en verdad, a mí tampoco me importa demasiado. Ni a cinco o seis llegarían los asistentes.
Después, me escondería y tiraría mi móvil al río que pasa cerca de mi casa para así hacer verosímil el bromazo. A pepe se le ha tragado la tierra, dirían, pensando que nunca mejor dicho.
Hoy es domingo. No sé qué coño voy a hacer con todo el día por delante.
Ayer sábado me propuse salir por la noche. No salí, claro. Para qué.
Dediqué una hora y media de mi vida, nada menos que de un sábado por la noche, a mirar una serie, que curiosamente era un culebrón y yo no veo culebrones (hasta ahora); eso sí, los protagonistas tienen unas vidas convulsas, envuelto en asuntos supuestamente importantes como el mundo de las noticias, es decir, el periodismo de primera línea de fuego, el mundo gay, el ansia de poder, los amores imposibles y llorosos, las inseguridades o patologías estructurales que se esconden detrás de cualquier aparente solidez personal. Dentro de tres días habré olvidado por completo la dichosa serie. Así se escapa la vida: por las rendijas del aburrimiento y la banalidad.
Sigo sin dormirme, aferrado al móvil al que dicto esta serie de despropósitos, llenos de sentido, por otra parte…
La Fotografía: Como si de un autorretrato se tratara. Postrado e impregnado del color y el olor del insomnio, la trascendencia y el aburrimiento… menos mal que la fotografía representa una indudable obra de arte.