SUSURROS A MI MÓVIL, de madrugada (5)
Domingo, 17 de abril. 6:40 AM.
… Los que tenían que haber hecho acto de presencia en mi Instagram, no han venido, siguen siendo 42. Hay gentes que reciben miles de “likes” al día. Esos son los buenos en el negocio de la autoafirmación gaseosa de las redes sociales. Yo no, ni gaseosa, ni líquida, ni sólida, ni nada. Así se manifiestan, entre otras, las crisis de autoestima, con las ausencias, en una madrugada cualquiera en la que no me puedo dormir, no tengo a mi perrito en la cama y tampoco una mujer a quien acariciar ¡¡Menudo plan!
Por cierto, y hablando de mujeres, como ya no tengo novia (yo, ya no tengo novia, no, ¡Ay, ay, ay, ay! Ya no sé qué hacer, yooo no tengo novia ¡Qué extrañas son las cosas del querer! Sergio Makaroff), y a mí las mujeres me gustan mucho (aunque cada vez menos), me he vuelto a inscribir en una página de contactos (de otra me di de baja el otro día, por absentismo de las mujeres que teóricamente tenían que tocarme en ese sitio). Es para morirse de risa, en la que me di de baja solo visitaban mi perfil tías abuelas, o al menos se parecen mucho según el recuerdo que tengo de las que tuve. Debe ser porque yo también tengo pinta de tío abuelo y me resisto a darme por enterado. Pero, me parece que no, porque yo no tengo sobrinos ni los tendré nunca.
Naturalmente, no les hago ni caso y no me resulta difícil porque ni siquiera esas santas mujeres me hacen ninguna incitante y urgente propuesta (y eso que ya no tienen mucho tiempo). En la nueva página me centro en las que son más jóvenes que yo y que al menos tienen buena pinta “virtual” por lo que serían capaces de despertar mí líbido (sin viagra, ni nada). Pero tengo un problema desolador: esas fugaces e inaprensibles mujeres no me hacen ni caso, a pesar de que no son mucho más jóvenes que yo. Pondré un ejemplo: mujer de buen ver de cincuenta y ocho años, o de sesenta, tan solo quiere hombres de cincuenta y cinco, como máximo. Ahí, no llego ni con recomendación (en estos sitios deberían funcionar los avales por buenos servicios prestados). Podría darme de baja de este último fiasco y así burlar al fracaso, pero claro, resultaría estúpido por dos razones: una porque he pagado, y la otra, porque si me hago desaparecer dejaría de existir. Tan solo sería un ermitaño-penitente en mi casa, condenado a no saber nada de mujeres ni de nada, ni de nadie. Solo de mi perrito, en semanas alternas…
La Fotografía: Estos dos maniquíes de mujeres aparentemente atractivas, no lo son tanto como ellas se imaginan, porque ya no son tan jóvenes ni apetecibles como ellas se creen. Mensaje para quien quiera entender y no esté cegada por una inconsistente sobrevaloración. Como dice un querido amigo: ¿qué pasa realmente cuando desenvolvemos el caramelo? Soy lo suficientemente indulgente y elegante como para no contarlo.