SUSURROS A MI MÓVIL, de madrugada (y 7)
Domingo, 17 de abril. 6:55 AM.
… Me subí en un murete bajo del arriate de un árbol y me dispuse a fotografiar (foto de ayer); de pronto alguien me tocó la pierna, miré hacia abajo y me encontré con un hombre bajito que me tendía un pañuelo de papel. Le miré interrogante sin saber qué quería y me encogí de hombros, él insistió, pero sin hablarme. Me señaló el pantalón y descubrí una gran cagada de pájaro (debía ser gigantesco, el águila de la bandera toledana, tal vez, que como es bicéfala debe cagar por dos) que resbalaba, verdosa y asquerosa a lo largo de mi pierna. A continuación, me deshice en agradecimientos, a lo que el hombre bajito, displicente, no hizo ni caso y fue a sentarse en un banco a mirar su móvil. Intenté limpiarme, pero apenas lo conseguí. Marisa también me ayudó ¡jodido pájaro! todavía hay gente amable por el mundo y por mi ciudad. Su condición de solidario y atento le señalaba como visitante, seguro.
Marisa y yo, seguimos paseando, nos dirigimos a una terraza a tomarnos una cerveza y a comer algo. Comimos un plato al que llamaban combo, malísimo, predominaban las patatas fritas y algún frito más.
Durante la comida charlamos animadamente de fotografía, que ella también hace, de nuestras cosas (tenemos un estupendo nivel de comunicación), de nuestra familia, la que compartimos, en ambos casos por parte de padre, ya que los de ambos eran hermanos. Estuvimos de acuerdo en casi todo, cómo no.
A las 3:30 me despedí de mi prima y me fui caminando despacio a mi casa. Pasé toda la tarde, hasta las 10:30, haciendo tonterías frente al ordenador porque no se me ocurría otra cosa. Luego, me enfrenté ante el dilema de cumplir con mi propósito de salir por la noche, incluso irme hasta Madrid, por si encontraba alguien con quien ligar, y así tener a quien acariciar de madrugada, ya que mi perrito no está y me deja la cama libre; pero no me sentí con fuerza ni ganas para hacerlo.
Entretenido con mis susurros me he pasado un minuto de las siete. Ahora mismo dejo de susurrar (así empiezan los trastornos, con el silencio sepulcral), hasta que otro día que me dé por lo mismo.
La Fotografía: Desde la plaza principal, me dejé caer cuesta abajo hacia mi casa, lo que está realmente bien. Hacia la mitad del camino tengo que cruzar un puente alto y antiguo sobre el río, lo que también me gusta. Suele estar lleno de visitantes a cualquier hora, especialmente por la mañana cuando llegan, y por la tarde, cuando se van. Fotografié a esta mujer joven, alta y atractiva, mientras fotografiaba con sumo interés, supongo que al río que se perdía encajonado por cortados vertiginosos. Me habría gustado saber qué había fotografiado exactamente, pero no le pregunté, claro.