LOS DÍAS (15)
Viernes, seis de mayo de dos mil veintidós
Como siempre he ido al campo con Charlie Brown y me he encontrado con que habían llegado las amapolas, pero no las he recibido como se merecían después de un año, no había llevado la cámara. Mañana solucionaré ese descuido. Mi espíritu estaba embelesado por un desánimo inexplicable porque el día era soleado y la hierba fresca y florida. No, no debía sentirme así, con tan pocas ganas de moverme.
Charlie Brown aullaba desesperado remontando y bajando cuestas detrás de conejos que nunca se dejan atrapar. Somos iguales (los perros terminan pareciéndose a los dueños, o al revés).
Anoche, Carmen, una mujer con la que mantengo contacto virtual desde hace unas semanas me dijo: –no, no voy a ir a ver La traviata (viaja a Alemania la semana que viene), no me apetece porque la he tocado muchas veces (es violinista). Nunca había oído una frase así dirigida a mí, ni pude imaginar que sucediera en algún momento. He sonreído levemente paseando entre amapolas cuando me he acordado de la conversación.
Me he acercado a una decrépita casa abandonada y cerrada a la que voy incesantemente desde hace más de quince años para comprobar que los espectros que la habitan se han marchado. No hay síntomas o rastros de vida en el entorno, pero sé que alguien vive allí. Llevo años esperando que esas personas aisladas abandonen el lugar y pueda por fin entrar para ver el execrable habitáculo donde mal viven. Hace cinco o seis años, en un chamizo adosado había ovejas que arrastraban la lana por el suelo y que salían a mirarme fijamente, como espectros. Desaparecieron las ovejas, pero no los sitiados por el infortunio que sé que siguen allí. Hoy he decidido entrar para ver si por fin se había quedado vacío el chamizo, y, donde habitaban las ovejas he encontrado una manada de gatos, muchos, grandes y pequeños. Charlie, como loco, los ha perseguido. Y, en ese momento, ha salido de detrás de una puerta una mujer anciana, vestida pobremente, con una larga melena blanca desgreñada y un gorro andrajoso. Me ha gritado indignada, echándonos de su reino de ruina, suciedad y gatos (la propiedad debe ser suya). Turbado y asustado me he dado la vuelta y huido rápidamente (sin correr), perseguido por los gritos de la mujer. Me da miedo la locura y esa mujer vivía en un entorno demencial, sin luz eléctrica, ni agua, en un chamizo ruinoso a punto de derrumbarse sobre los que habitan la covacha.
Decididamente, a pesar del sol radiante y el campo florido la mañana estaba resultando odiosa. A las diez y media volvimos a a casa y no saldremos hasta mañana a la misma hora.
La Fotografía: La ruina que acabo de describir, pero de hace cuatro años, prueba inequívoca de que la frecuento periódica e insistentemente (manías). El coche grafiteado y abandonado ya no está. Un día apareció y poco después desapareció, sin ninguna explicación, ya que alguien debió llevarlo hasta allí, imagino que remolcándolo y de igual modo se lo debieron llevar. Nada de lo que sucede en ese apartado y absurdo lugar tiene explicación, quizá por eso me da por ir.