DIARIO DE VIAJE: A Teruel
Día 3.1 Miércoles (18.05.2022)
… Después del paseo de un kilómetro despaciosa y placenteramente por la Cañada de Benatanduz, me encaminé hacia Villarluengo, donde tenía reservada habitación (estaba muy cerca). El recorrido resultó muy accidentado, con subidas y bajadas constantes por una carretera estrecha.
Villarluengo, sobre un escarpado promontorio, se extendía, pequeño y acogedor, en cuesta y abierto hacia las hondonadas de la sierra del Maestrazgo.
Encontré sin dificultad el hostal, situado cerca de la plaza, que contaba con un bar restaurante en la planta baja. Me atendió una mujer, sumamente sociable y confianzuda, mestiza, de mediana edad, que me enseñó la habitación a la que llegamos a través de una zona en obras y me propuso cenar de inmediato (contraté por cincuenta euros, habitación, cena y desayuno). El momento de la cena lo compartí con una pareja de viajeros, bastante mayor, y con los albañiles que estaban realizando la obra de rehabilitación en el propio hostal. En el comedor había un buen ambiente que se encargaba de animar la hostelera hablando con todos con mucha familiaridad y simpatía. Me dio por pensar, tontamente quizá, que vivía en un western y que había llegado con mi caballo al pequeño pueblo y cenaba en el saloon. Bueno, tampoco era tan descabellado porque en cierto modo era así.
Después de cenar (huevos rotos con jamón), salí a dar un paseo por algunas de las escasas calles del pueblo, hasta llegar a un punto maravilloso, no solo por el nombre: El balcón de los forasteros (el forastero era yo y me encontraba justo en el lugar que me estaba reservado), sino porque desde allí se divisaba un paisaje grandioso, pero ya era casi de noche y no pude fotografiar. Me prometí hacerlo a primera hora del día siguiente. Así acabó el magnífico día que había pasado…
La Fotografía: Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, de Cañada de Benatanduz.