DIARIO DE VIAJE: Al Sudoeste
Día 4.2 Jueves (22.09.2022)
… El viaje hasta el Monasterio de Tentudia (S. XIV) no me supuso ninguna complicación. Llegué bien, en torno a las tres. Solo se encontraba el encargado. Le comuniqué que quería realizar la visita, a lo que me dijo que me costaría un euro que tenía que depositar en el torno de entrada. Eso hice. Él me dijo que todo estaba abierto y que me tomara el tiempo que precisara.
El Monasterio se construyó bajo advocación mariana, en agradecimiento de la supuesta intercesión de la Virgen en una batalla victoriosa contra los musulmanes, que libró Fernando III El Santo. El monasterio fue regentado por la Orden militar de Santiago.
Accedí a un patio porticado pequeño, que se desdoblaba en un segundo nivel, también con galería y arcos; todo el claustro estaba construido con ladrillo rojo y estilo mudéjar. En el centro del patio, un brocal de un pozo, y en el ambiente un enjambre de pequeños insectos, algo mayores que mosquitos, que no sabía como se llamaban. Lo invadían todo.
Visité todas las dependencias que se encontraban abiertas despacio. La iglesia tenía un magnífico retablo del S.XVI. Fotografié, cómo no.
Después de la visita me orienté hacia Aracena, no sin antes parar en Santa Olalla de Cala, donde había un magnífico castillo muy bien conservado, pero cerrado…
La Fotografía: Confesionario en el Monasterio de Tentudia. Casi todos los objetos sobre los que se sustenta la liturgia católica me llaman poderosamente la atención, incluidos, por supuesto, las vestimentas. De todo ese utillaje, los confesionarios me interesan especialmente porque son los elementos de atrezo donde se celebra la ceremonia de la confesión y el perdón, también llamado el sacramento de la reconciliación, de enorme trascendencia simbólica y ritual (qué sería de los humanos sin el perdón, y eso los católicos siempre lo han sabido bien).
“Malraux cuenta que interrogó a un cura viejo. “¿Que ha aprendido del alma humana usted, que se ha pasado 50 años escuchando a la gente en el secreto del confesionario? Y el cura respondió: he aprendido dos cosas. La primera es que la gente es mucho más infeliz de lo que creemos. La segunda es que no hay grandes personas.” Emmanuel Carrere